El Imperio Tyraliano

Creado por la union de las seis naciones de Cadia bajo el Dios-Emperador, el Imperio Tyraliano se volvió durante la Gran Cruzada la potencia más grande del mundo, eclipsando tanto al Dominio como al Cónclave. Se extendió rápidamente por el Nuevo Mundo desde la isla de Astartes al oeste hasta los Páramos Frígidos en el norte, conqusitando y colonizando mediante asentamientos estratégicos las expensas infinitas de tierra, mucho más grandes que las del Viejo Mundo.   Siete provincias dividen al Imperio en Tyrath, pues mismo si su corazón está en Cadia, del otro lado del Océano Infinito, el Nuevo Mundo se volvió mucho más importante desde la segunda conquista. La primera en asentarse fue Dwindalia, en honor a lo que alguna vez fue el país de Edellen cuando el Emperador todavía vivía. Luego le siguió Figium, el paso del primarca Fulgrim Tarsus, donde se construyeron las primeras fortificaciones, y al pasar los años, se pudo avanzar más allá del archipielago imperial y su escudo.   Se desarrolló Rinavel, tercera provincia, como una avanzada, compartiendo bordes con el Dominio, que bajo las ordenes de su difunto líder, Fënor Than'Drüm, introdujo a la gran alianza nuevas culturas y civilizaciones. Equinox, descanso de Sangüinius, fue fundada por la sangre del sacrificio y la guerra. Al asentar tanto Dwindalia, archipielago imperial, como la tierra firme de Figium, Rinavel y Equinox, el Imperio se extendió en su combate contra los demonios, persiguiéndolos al Gran Norte.   Por estos tiempos los aliados del Dominio, el Caliphato de Zain, perdió el control sobre la zona pantanosa que más tarde serían los Pantános de Strähd, permitiendo así a un noble comandante, no muy conocido en el viejo mundo, de lucirse. Vhen se formó alrededor de la victoria del Primer Strähd, Zarovich Von Strähd, ganándole así el título de Conde y forjando para siempre una enemistad con el Caliphato cuando se le fueron negadas sus tierras.   Callidus y los Páramos Frígidos fueron las últimas en conquistarse, pues eran parte de la fortaleza demoníaca. El malvado Tzeench todo lo había planeado, y Callidus era impasable incluso para héroes tan distinguidos como los Primarcas aún vivos y el Emperador. Eventualmente, gracias a la astucia del tercer Primarca, Marneus Cawl, Tzeench fue sellado, a costo de un gran sacrificio. Se fundó por entonces la ciudad de Cawl, y a sus alrededores floreció Callidus, en honor al primarca.   Los Páramos Frígidos, por último, nunca fueron del todo conquistados. Tierras demasiado grandes, distancias que los Escudos Dorados no podían atravesar. Varias tribus nativas, sin embargo, se ocuparon de extirpar a las peores criaturas del fondo de sus bosques, y mediante el esfuerzo conjunto se logró expulsar a los monstruos conjurados por Abbadon. Uno nunca sabe, sin embargo, qué tipo de monstruo pudo haberse escondido en lo más profundo de la Cordillera Ilwé.   Al inicio de la Gran Cruzada, antes de llegar a Tyrath, las armadas del Emperador se reunieron en una isla alzada del mar, artificial, hecha de sellos arcanos e inscripciones catónicas. Este punto de inicio permitió construir un plan de ataque y definir donde debían desembarcar los ejércitos. Durante todo el conflicto, esta primera isla se volvió el centro de control, desde donde las órdenes eran enviadas. Los ojos del Imperio, los vigias. Se le llamó, al final de la Gran Cruzada, Astartes, pues había sido alzada de las profunidades por el Inquebrantable Ozen, Apotecario de Arcana. Hasta el día de hoy, los faros de Astartes protegen el Mar Tyrant y conotrolan la entrada al Archipielago Imperial de Dwindalia.   El Imperio tiene bajo su control gran parte del Nuevo Mundo. Entre sus siete provincias y su Isla Vigía, son indudablemente la mayor potencia de los mares. Comparten relaciones de comercio y paz con el Cónclave Numrial, en la frontera de Callidus, pero nunca tuvieron buenas relaciones con el Dominio. El reciente Conflicto de Bodoc, donde los barcos del Caliphato de Zain hundieron varios cruceros imperiales que violaban el tratado de Dertag, es quizá la gota que rebalzó el vaso. La guerra se avecina, y el Imperio se pudre por dentro. Uno se pregunta, ¿la hegemonía continuará en el futuro?