Que seria mejor que leer una novela de aventuras, o ver el mundo en un mapa? Vivir esas aventuras. Incluso si es dificil y peligroso, nada deberia superar la adrenalina de explorar el mundo y sus misterios.
Eldrya Liberis es una elfa del bosque, de madre Anina y padre Dharian, nacida en el pequeño pueblo de Arghal, en una isla perdida en el medio del gran Mar Tyrant, al oeste de la ciudad de Ciádame. Como se puede esperar, el pueblo de Arghal vive de la caza y de la pesca, con muy poco contacto con las tres grandes fuerzas que controlan el Nuevo Mundo; disfrutan de paz y tranquilidad, sin las tensiones en aumento entre el Dominio y el Imperio.
Al ser un pueblo pequeño, todos los habitantes son vecinos y son todas caras conocidas, por lo que el nacimiento de Eldrya se avecinó con un gran festejo bajo la luz de la luna. Así pasaron los días y meses. Al cumplir la chica 1 año, una tragedia azotaría al pobre pueblo de Arghal. Esto es algo que no muchos quieren contar, y ni siquiera Eldrya sabe que fue exactamente, pero se veía en la entrada del pueblo como el humo de un fuego enorme ascendiente, producto de unas casas en llama. Todos los habitantes, al pensar que se trataba de un fuego normal, empezaron a acercarse para apagarlo.
Entre ellos se encontraba el padre de Eldrya.
Ocurrió de un momento a otro. Gritos comenzaron a escucharse, y Anina, que estaba ocupada cuidando de Eldrya, salió de la casa para ver qué ocurría. Presenció el fuego, enorme, terrible. Preocupada, la madre se quedó unos minutos fuera de la casa, para ver si su marido volvería, pero fue la aparición de una mujer que la sorprendió; una elfa del bosque, una extranjera. Esta extraña mujer tenía en sus brazos a una beba, que le pidió por favor que cuide de ella mientras se encargaba de aquello que estaba azotando al pueblo, Anina todavía afectada, solo pudo estirar los brazos mientras la elfa partía.
¿Quién era esta mujer?
Esta elfa, espada en mano, se dirigió hacia el fuego. Poco se le conto a Eldrya de lo que ocurrió esa noche, únicamente que un Demonio apodado “Las Llamas de Arghal” fue el que provocó aquel ataque y que, gracias a esta mujer, el pueblo fue salvado.
La elfa enfrentó sola al demonio, perdiendo un brazo en la batalla.
Los ancianos del pueblo, al acabar el combate, se acercaron para agradecerle, pero se preguntaban por qué una persona como ella se encontraría en un pueblo tan alejado de todo el mundo.
“Yo solo busco un lugar en el que pueda vivir en paz, con mi hija” respondió.
Zora Mallory era su nombre. La salvadora de Arghal. La espada del amanecer, aquella que carga con el filo hechizado.
Y así los años pasaron, con tranquilidad, Mallory ayudando de tanto en tanto al pueblo, ya sea con su conocimiento o su habilidad. En estos años Eldrya desarrolló una afición por leer; ella prefería leer a jugar con los niños de su misma edad. Un día, cuando tenía seis años, una chica de su misma edad se le acercó, con un cabello un largo y rojizo. ¿Quién no la reconocería? Era Veliana Mallory, la hija de Zora. Ellas ya se habían visto antes, cuando Zora visitaba a Anina, ya que se volvieron grandes amigas desde aquel ataque del demonio. Nunca habían interactuado mucho, Eldrya siempre un tanto tímida y absorta en sus libros.
Pero aquel día, Veliana se le acercó y le preguntó qué estaba leyendo, Eldrya, desinteresada, le contestó llanamente “un libro de aventuras”. La pelirroja, claramente insatisfecha con la respuesta, siguió preguntándole cosas sobre el pequeño libro que estaba leyendo. Viendo que Eldrya no le prestaba atención, Veliana decidió sacarle el libro.
“¿No es aburrido leer libros? Además, madre siempre dice que nunca muestran realmente lo que uno siente durante una aventura, ¿no te gustaría ver cómo es mas allá de este pueblo? Conozco un lugar que podríamos explorar”.
“No, ¿puedes devolverme el libro? Mi mama me dijo que lo tenía que cuidar”.
“Si me prometes que me acompañas, te lo devuelvo”
“¿No le puedes pedir a otra persona?”
“Se necesitan dos personas para llegar y ninguno quiere jugar conmigo.” Su voz se tornó triste, su mirada fija en las baldosas.
Veliana no era una elfa del bosque, ni mucho menos una elfa, no tenía la piel oscura característica de los Bosmer, y por sobre todo el pelo rojo, llamativo, algo que no se ve en ningún elfo. Lo que más se denotaba sobre ella eran aquellos ojos, únicos en su naturaleza, tal vez tan únicos como Veliana misma, con un iris de color verde esmeralda, mezclado con marrón casi rojizo. Veliana era una medio-elfa, por eso nadie quería jugar con ella. Distinta de todos los demás niños, les provocaba pavor aquella mirada mística.
Aun así, Eldrya, ya acostumbrada a verla visitar, se apenó de aquella tristeza, y decidió aceptar la invitación.
Veliana, saltando de la alegría, viendo que ahora tenía por fin una compañera para esta travesura que estaban por hacer, le devolvió el libro a Eldrya; le agarró la mano y, casi arrastrándola, la llevo a uno de los bordes del pueblo donde las paredes que constituían la muralla formaban una pequeña abertura.
“¿No es muy peligroso salir del pueblo? Siempre dicen con un adulto.”
“¿En tus libros no hacen cosas más peligrosas? Es lo mismo.”
Al decir esto, levantó el madero para que Eldrya, un tanto dudosa pero llena de entusiasmo, pase. Una vez las dos del otro lado se encontraron con un bosque completamente desconocido para ellas. Adentrándose lentamente, Veliana en la cabeza y Eldrya siguiéndola, empezaron a explorar este pequeño paraíso, sin alejarse mucho del pueblo. Encontraron allí un claro hermoso, un círculo de agua con árboles alrededor haciéndole sombra, permitiendo que la luz se filtre únicamente en el centro del lago. Esto le daba al lugar un aspecto majestuoso, ellas se vieron mesmerizadas por tal vista, y tardaron en percatarse que del otro lado del claro un oso se acercaba para tomar agua. Cuando Eldrya y Veliana se escondieron, vieron como el oso levantó la mirada directo hacia donde estaban escondidas, y, pensando que habían sido descubiertas, empezaron a correr hacia el pueblo. Una vez dentro se desplomaron en el suelo y comenzaron a reír.
No fue la última vez que fueron al claro. Por todo un año, se vieron visitando aquel lugar sagrado para ellas, un pequeño hogar fuera del hogar, un secreto dentro de la arboleda.
“Dale Ely, va a estar bueno, te lo prometo.”
“Vel, quiero terminar este libro”
Y al final, Veliana, con su insoportable insistencia, siempre terminaba obligando a Eldrya a acompañarle. Mientras tanto, en el pueblo, se le estaban empezando a mostrar a los niños como usar el arco y como cazar; se puedo ver que Eldrya no era muy adepta en este tipo de cosas, tardando más tiempo que los demás en aprender a cómo usar el arco, mientras que Vel mostraba proficiencia, siendo siempre la que mejor en todas las practicas. A los niños se les daba permiso de salir a cazar una vez que cumplían los 10 años, y si los acompañaba alguien mayor, claro. Se les enseñaba también los fundamentos de la caza y otras pequeñas habilidades de supervivencia, como, por ejemplo, la forma más efectiva hacerse sus propias flechas, o cómo empezar un fuego.
Con cada escapada del pueblo, más amigas se volvían Eldrya y Veliana, y más sus ansias de aventura crecían. Al cumplir los 8 años, Mallory le regaló a su hija una hermosa espada roja, igual que el color de su pelo, decorada con unas rosas carmesíes, y con un mango extraño, pero hermoso. La chica, orgullosa, la llevaría a todas partes, incluso si todavía no podía usarla. Ya sabiendo de las escapadas de su hija con Eldrya a las afueras del pueblo, Mallory empezó a entrenarlas en el uso de la espada para que puedan defenderse. En un principio, solo trabajó con su hija, pero, como siempre, la insistencia de Veliana la llevó a entrenar a Eldrya también.
Como era de esperarse, Veliana aprendió rápidamente cómo blandir la espada, mientras que a Eldrya le costaba aprender lo básico. Para la sorpresa de Eldrya, sin embargo, un día se le acercó Mallory con un libro de magia básica, y le dijo a Eldrya que debía terminárselo para dentro de una semana. A medida que iba leyendo el libro, más se interesó con la arcana.
Ya había visto a los druidas del pueblo usar magia y su madre, siendo una de estos druidas, le enseñó todo lo que sabía sobre la naturaleza. Este libro, entregado por Mallory, iba un poco más en profundidad sobre estos temas y muchos más. Al devolvérselo a Mallory, ella empezó a enseñarle más minuciosamente todo lo que estaba en este libro y con la guía de la profesora y también de su propia madre, Eldrya logró formar por primera vez una pequeña bola de luz flotante. Mallory entrenaría a Eldrya en las artes arcanas, dándole libros que leer, algo que Eldrya siempre apreciaría.
Era la combinación perfecta, un mago y un guerrero, Eldrya y Veliana estaban esperando el día en que puedan salir del pueblo a explorar el mundo; estas ganas aumentaban cada vez que le pedían a Mallory que cuente algunas historias de los lugares que exploró.
Para entrenar, Veliana y Eldrya encontraron un lugar perfecto; un acantilado al que se puede acceder a través de la montaña, detrás del pueblo donde yacía un único árbol, grande y lleno de vida. Bajo su sombra, se podía ver el hermoso atardecer, las olas del mar Tyrant. Durante la noche, las estrellas eran un espectáculo, sin mencionar la brisa de la noche, y la luna, siempre brillante, iluminando el precipicio.
Era un lugar maravilloso, y siempre, después de su entrenamiento, las chicas se sentaban al pie del árbol, donde Eldrya sacaba un libro y lo empezaba a leer en voz alta; a veces Veliana escuchaba en silencio, y las dos fantaseaban sobre qué tan increíbles serían sus aventuras.
A Eldrya le placía dibujar, sobre todo aquellos lugares magníficos que visitaban en sus escapadas, como aquel claro donde empezó su amistad. Era su forma de inmortalizar aquellas “aventuras” que compartía con la hija de Mallory. Por otra parte, a Veliana se le daba bien las manualidades, y le encantaba tallar a las criaturas o animales que cazaban. Para ella, dibujarlos no permitía demostrar cómo era realmente la criatura. Si ambas se encontraban juntas sin nada que hacer, recorrían el pueblo, siempre dispuestas a ayudar, porque “eso es una de las cualidades que debería tener todo aventurero”.
Qué más se puede contar de la historia de Eldrya, más que sus escapadas del pueblo junto con Veliana, recorriendo la isla, intentando encontrar escondites o atajos en las montañas. Se perseguían intentando encontrar ruinas como la de los “famosos Dwemer”. Eran buenos momentos en sus vidas, donde cada instante que pasaban fuera del pueblo era uno de fascinación y de asombro. Incluso volver a estos mismos lugares una y otra vez era algo común, porque nunca se sabía lo que podían encontrar.
Querían ser reconocidas por el mundo entero, ya sea por encontrar una ruina perdida, o derrotar un demonio, o por las grandes habilidades de Veliana, o por la magia de Eldrya. Este deseo de grandeza y pasión crecía con cada momento que pasaban juntas, o tal vez más en Veliana que en Eldrya. En ella, otro deseo florecía con pasión. Esto lo guardó para ella misma, esperando que, en sus aventuras, su deseo se cumpla. No podían esperar a que cumplieran 18 para así salir de aquella pequeña isla y poder ir más allá, a los páramos frígidos al norte; al dominio, donde se encontraba aquella fortaleza de Númenor.
Lamentablemente, la vida real no es un libro de aventuras. No siempre hay un final feliz.
El mundo real es cruel, vil.
Se acercaba el cumpleaños de 18 de ambas y, con los ánimos altos, Eldrya y Vel se encontraban entrenando con las espadas, o más bien, Eldrya estaba intentando asestar un solo golpe a Vel, que era mucho más habilidosa. Eldrya, frustrada, acumulo sus fuerzas en un último golpe, que fue más rápido de lo que Vel esperaba, logrando pegarle en la cabeza, aturdiéndola.
“¡Lo hice, primera vez que gano!” dijo Eldrya saltando con la emoción de su primera victoria.
“Auch, eso dolió Ely”
“Perdón, me emocione mucho, ven, dame la mano que te ay-”
Todo ocurrió tan rápido.
Cuando ella estiró su mano para agarrar la de Vel, una oleada de prana incontrolable recorrió todo el cuerpo de Eldrya, dejando escapar una onda expansiva que empujó a Veliana por el acantilado.
Eldrya vio, horrorizada, como Veliana se alejaba de ella, una mueca de dolor en su cara. Solo pudo ver, en cámara lenta, su cabello rojo desapareciendo por el precipicio. Eldrya corrió inmediatamente hacia el borde, y escuchó las olas romperse contra el cuerpo de su amada.
Aturdida, Eldrya se quedó inmóvil durante unos minutos. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué? Probablemente ni los dioses le responderían. Mallory no tardó en llegar, afectada por la sobrecarga de magia que había ocurrido.
Allí, se encontró Eldrya mirando más allá del acantilado, dos espadas de madera en el piso, y ni un solo rastro de su hija.
Cuando Mallory se asomó por el precipicio, y vio el cadáver, en una mezcla de sangre y espuma, rota contra las rocas, agarró a Eldrya con furia, preguntándole qué había ocurrido. Eldrya, todavía en estado de shock, no podía responderle. Consumida por la ira, Mallory acercó su mano a la cara de Eldrya. Poco recuerda Eldrya de lo que pasó, únicamente un dolor abismal, como una quemadura en toda la cara, cien agujas clavándose en su piel.
Poco le importaba a Eldrya aquella cicatriz. Se pasó días en su cuarto después del accidente, escuchando como todo el pueblo hablaba de ella. “Monstruo”, “Asesina”. Ella misma se reconocía con esas palabras. Podía ver en el espejo roto de su cuarto la cara de una asesina.
Incluso si en un principio los niños rehuían de Veliana, con el paso del tiempo fueron aceptándola por lo carismática que era, siempre dispuesta a ayudar a quien sea que lo pida. Además de ser la hija de la persona que salvó el pueblo hace tantos años atrás, era muy querida, y su muerte fue un golpe duro para el pueblo. Aún peor fue para Eldrya, que había matado a su mejor amiga.
El castigo vendría por el juicio de los ancianos del pueblo, así como de Mallory.
En consideración de la relación que tenían Eldrya y Veliana, se decidió que ella sería solamente exiliada de Arghal y que, el próximo barco que llegue sería en el que ella partiría para siempre del pueblo. No muchos barcos pasaban por el puerto, por lo que Eldrya tuvo que esperar 4 meses allí, yendo y viniendo de su casa al acantilado, donde una pequeña cabaña fue construida para conmemorar a Veliana. Allí se expusieron todas las estatuillas que ella hizo, mostrando los animales que cazó. De parte de Eldrya, se encontraba también un pequeño libro, con todos los dibujos que ella hizo. Así, en el más allá, Vel siempre podría recordar aquellos magníficos lugares.
El dolor que afligía a Eldrya y el rechazo del pueblo llevaron a que un terrible día de otoño, ella caminara más allá del acantilado. Arrepentimiento, dolor, vergüenza. Cruel es la vida, que incluso al estrellarse contra las piedras, soltar toda esperanza y dejarse ir, Eldrya despertó en la playa unas horas después. Su ropa completamente destruida desveló unos extraños tatuajes en su mano, extendiéndose por su ensangrentado estómago. Debería haber muerto, pero algo la salvó.
Cuando fue finalmente tiempo de partir hacia el puerto y despedirse de su familia, su madre le entregó una máscara de cerámica blanca, hecha por ella para que pueda esconder la marca que le había quedado. Unas pocas horas luego de salir del pueblo, su maestra la estaba esperando en el camino. No habían hablado desde aquella vez. La mirada de Mallory, siempre firme y estricta se posó sobre los ojos de la chica.
Cuando Eldrya se paró frente a ella, Mallory le entrego la espada favorita de Veliana.
“Tómala, chica. Todavía tienes una promesa que cumplir. Un deseo, una voluntad más allá de la tuya. Llevas contigo mi felicidad, mi amor, mi querer. Llevas contigo la vida de mi hermosa Veliana. Nunca volveré a sentir de esa forma. Esta era mi segunda chance, y la perdí. No hay terceras chances. Tú, ahora mismo, estas viviendo tu segunda vida. No la desperdicies. Has a mi pequeña niña feliz, visita el mundo y cuéntale… cuando la aventura te derrote, cuéntale sobre todas las maravillas que viste.”
Eldrya, junto con la hermosa espada de un rojo vivo como el pelo largo y hermoso de Veliana partió acompañada de su castigo, su mayor vergüenza, aquella marca que siempre le recordaría el terrible crimen que cometió, sus propias manos habían apagado a una estrella.
Ella partió, junto con Veliana.
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