Viggo

Un hombre extraño, Viggo acompañaba al Señor Robert Weinstein en el Viajero antes de la catástrofe que lo sumergió.   Decía tener un hermano, que nunca aparecía, siempre escondido. Viggo fue contratado por el señor Weinstein hace años, y desde entonces hizo un excelente trabajo como guardaespaldas. Callado, lleva siempre anteojos de sol que esconden su mirada. No llama mucho la atención, en su atuendo blanco (o negro, dependiendo del día), pero se mantiene vigilante.   Muchos nobles y miembros de la alta sociedad mercantíl del Mar Sigmarino llevan consigo homres como Viggo. Quizá él no será muy reconocido, pero más por el peso relativo de su empleador. Cuando se habla de Cornelius Clover, en cambio, se piensa inmediatamente en Alastor Malachite, aquel excéntrico que a todos lados acompaña al gigante ferroviario. No, Viggo lleva un perfil bajo no por falta de acción, sino por poca notoriedad.   La ASEC (asociación Smith de economía y capital), de la cual el Señor Weinstein es miembro de la junta directiva, emplea seguido la "seguridad independiente" que representa Viggo, y cada alto funcionario está siempre acompañado de uno o más de estos remarcables individuos.   ¿Pero por qué son remarcables? Pues llevan consigo mucho poder. Un solo hombre puede proteger a su escolta solamente si es capaz. Y cuando uno tiene suficiente dinero... se consigue la mejor seguridad. Hay... rumores. La alta sociedad mercantíl, de la cual los nobles de todo el Imperio e incluso del Cónclave y el Dominio hacen parte están seguidos de extrañas sospechas. El segundo Inquisidor, Fujitora, mencionó públicamente que los ricos tenían mucho por lo cual responder.   Demonios.   Esos son quienes verdaderamente siguen a los ricos. Pues por qué molestarte con tratos materiales cuando puedes jugar con el alma de quien acepte tu dinero. Además, nadie tiene el poder de impedir dichos contratos. Tanto dinero deja atrás incluso a la Inquisición. Bueno, excepto al Segundo, que quizá tiene no solo la autoridad, sino también el valor de enfrentarlos.   Pues sí, Viggo es un demonio. Y como muchos demonios, está atado al plano material por un contrato. Un contrato firmado no por él, sino por su maestro en este mundo, el Señor Weinstein. Y hasta que expire, Viggo seguirá protegiéndolo, por mucho que lo deteste. Al fin y al cabo, el mercado y el infierno tienen mucho en común.   Quienes vieron a este hombre pelear, sin embargo, cuentan otra historia. Por más estoicismo que muestre, al entrar en combate, lo mueve una enorme sonrisa. Son una raza casi desaparecida, los Otar. Un tipo de demonio que siempre buscó la pelea. Sus verdaderas formas son grandes y voluminosas, casi como de gigantes, y llevan la piel azul-grisácea. No tienen pelo, y sus orejas se ponen muy puntiagudas.   De los Otar poco se habla, pues son antiguos y muy raros. Son nacidos del mismo Kallemtur, y se dice algúna vez lo acompañaron cuando este todavía tenía su reino en las estrellas, antes que su hijo lo derroque. Otar fueron quienes acompañaron a su Dios al exilio, y llevaron consigo la fuerza de diez guerreros, bendición de Khorne. Nunca usan armas, sino sus propias manos para pelear, por lo que son brutales en combate cuerpo a cuerpo.   Tienen una debilidad, claro. De esto pocos paladines saben, pues ya en el Bastión no se enseña a pelear contra esta raza desamparada. Los Otar son muy honorables, y detestan el combate de cobárdes. Prefieren un duelo, y si uno los desafía, son incapaces de negarse. Son casi inmunes al veneno, pues poseen muy pocas venas en su cuerpo (por lo que son de piel azulada), pero son incapaces de acercarse a los gatos. Además de esto, el ácido los corroe tres veces más rápido que a cualquier otra criatura. El frío no los afecta, pero el fuego les impide regenerarse.   Viggo quizá será uno de ellos. Quizá no. Es un hombre enigmático. Y su hermano, el cual nadie vió aún, lo es aún más. Quizá deteste su trabajo, pero aquello no es más que un gaje del oficio. Viene del Infierno, al fin y al cabo.