Monje Xijun
El Arrepentido
Monje Xijun del Balance
Cultos ajenos a la religión eclisiárquica son pocos dentro del Imperio. Es por eso que el elusivo Monasterio del Balance, profundo en la Cordillera de Aman, es tan particular. Llegar hasta allí arriba es dificil, imposible para algunos. Se debe mantener una fortaleza de cuerpo y mente superior, además de tener buena suerte con el clima. Una tormenta de nieve en las montañas puede ser el fin de muchos viajeros.
El Monsterio del Balance es considerado un baluarte de quienes alguna vez habitaron las tierras del Nuevo Mundo. No así, claro está, para el Imperio, que no admite otro credo que el del Emperador. Es curioso, sin embargo, pensar en lo antiguo que es aquel bastión en lo alto de las montañas. Debe de tener al menos mil años. Cuando ocurrió la Decimotercera Incursión Demoníaca y la subsiguiente Gran Cruzada, Tyr mismo se presentó en aquel monasterio, donde los monjes de antaño le dieron consejo y refuerzo.
Paz, se dice que buscan. La Inquisición, luego de la Reforma de 1497, puso una advertencia al credo del balance, mismo si muchos piensan que no van a llevarla a cabo. Se llamó al desbandamiento del monasterio, que al día de hoy tiene cinco años sin ser cumplido. Es curioso como la Inquisición se honra de su efectividad y su inmediata acción, mientras en la cordillera el Monasterio del Balance sigue en pleno funcionamiento.
Muchos dicen que no se toma acción contra ellos porque no son una amenaza. La verdad es que no se toma acción contra ellos porque no se puede. Ningún ejército podría alcanzarlos allí arriba, y ningún ataque podría tirar abajo aquel baluarte milenario. Mismo si sus monjes no practican combate, se los conoce por todo el Imperio por su bondad y caridad. Así fue como durante la Gran Cruzada, el Emperador encontró el Monasterio. Un monje solitario le visitó durante la noche, y le guió hasta la cima de la Cordillera.
Xijun, como muchos otros, es un monje del balance, jurado a preservar el ciclo y el Uroboros, siempre en igualdad. Su labor es en Rinavel, a los pies de Aman. Carga, además de su bizarra máscara, unos ropajes rojos como la sangre, pues uno debe vestirse para su tarea. Deambula sin rumbo por las tierras desgarradas por la guerra y los conflictos, tomándose el tiempo de bendecir con sus manos sangrientas a los muertos.
Se les suele decir los sepultureros a estos monjes de rojo. Siempre vagando donde la muerte pasó, asegurándose que las almas pasen a mejor vida. A veces, en algunos funerales, se suele llamar a un monje del balance, para llevar a los muertos al más allá sin inconvenientes. Pues todo el mundo le tiene terror a la maldición. A aquella voluntad demoníaca que trae de vuelta a los inocentes.
Regresados, se les dice. Muertos que no pudieron pasar a mejor vida. Muertos que se levantan en medio de la noche, sin rumbo, sin saber por qué. Este fenómeno se da desde hace casi un siglo, exclusivamente en el Nuevo Mundo. Se lo atribuye al Príncipe Demonio Orcus, quien domina sobre la muerte en la oscuridad del Abismo. Una de las tareas de la Ordo Mortem, u Orden Mortarius de la Eclisiarquía era la de cazar y destruir a estos Regresados, pues mismo inocentes eran un peligro.
Los Regresados no pueden morir definitivamente, y cada vez que pierden la vida, más se pierden a sí mismos, hasta volverse criaturas, monstruos de la noche. Algunos incluso son reanimados de forma atroz, levantándose como monstruos poderosos, mucho más de lo que ellos mismos fueron durante sus vidas. Se le tiene terror a los Regresados, pues en cualquier momento pueden volverse una abominación incontrolable.
Luego de la Reforma, la Orden Mortarius se volvió parte de la Inquisición, y toda la organización se propuso ocuparse de esta ocurrencia. Quizá por eso se declaró ilegal, luego de casi un siglo y medio de presencia imperial en el Nuevo Mundo, al Monasterio del Balance. Una tarea que los sepultureros llevaban a cabo lenta y minusiosamente, muchas veces de forma inefectiva, ahora es el trabajo de los diez capítulos de la Inquisición. Es blasfemia ser un Regresado, pues se lleva consigo la voluntad de los demonios y no del Emperador.
¿Por qué el Monasterio del Balance se preocupa por los muertos? Pocos saben la respuesta. Es solo quien subió hasta arriba de las montañas y conoció aquel bastión que puede responder. Son monjes, son una secta, un culto. No al Emperador, no a otro dios pagano, sino al mismo Dios del Balance, Anubis. El jacal cósmico lleva consigo la tarea de mantener el ciclo, de continuar con la historia. El regreso de los muertos va en contra de la vida, en contra del balance. Es desigualdad.
Así, Xijun se preocupa por cumplir su labor. Pocos son los monjes del balance. Pocos y escasos, más aún con la reciente ilegalidad de su tarea. ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Por qué se convirtió en lo que es? Nadie en vida lo sabe, pues se renace cuando se toma el trabajo de un monje de Anubis. Solo alguien mórbido podría pasar tanto tiempo con cadáveres. Un asesino siempre será un asesino. No importa cuanto tiempo trate de corregirlo.

Vestido de rojo, cargando sus campanas, Xijun pasa por los campos de batalla bendiciendo a sus víctimas, pues nadie desea caer en manos de Orcus.
View Character ProfileRoja es la vestimenta de quien sangra por los demás. Blanca la máscara de un cuervo, carroñero y egoista, que esconde el hocico de un jacal. Pero doradas siempre las campanas. Se escuchan todavía, pues guían al más allá.
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