BUILD YOUR OWN WORLD Like what you see? Become the Master of your own Universe!

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

Marea (Publicado el 23/08/2022 | ⭐)

O la esclavitud en las Islas de las Nueces y de las Calabazas

Gortius-IX

Despertar

No sé exactamente qué me despertó; pero cuando lo hizo, tardó un buen rato en avivar el resto de mis sentidos. Recobrar el conocimiento y ser consciente de tus alrededores no es lo mismo, y puede pasar algún tiempo hasta que una cosa lleve a la otra. En mi caso no tardó mucho, pero recuerdo que fueron los momentos más confusos de mi vida.

A medida que fui recobrando mis sentidos me di cuenta también de en qué terrible situación me encontraba. Primero fue la vista, la cual fui recuperando junto con los otros sentidos, aunque al principio no podía identificar nada, salvo que extrañamente había mucho naranja. Después me golpeó el olfato, una mezcla de fruta podrida y sal me invadió la nariz, mientras yo, indefenso, no podía hacer otra cosa que esperar a que se pasase. Entonces el gusto, ese gusto metálico de la sangre me hizo llevarme la mano a la boca, y así descubrí el tacto; ahora algo más consciente de mis alrededores me di cuenta de que no estaba solo, y un sentimiento de angustia comenzó a subir por mi cuerpo. Y para la revelación final, el oído:

— Ε εσύ! — un sonido como gutural llegó hasta mí que era completamente indescifrable.

— ¿Cómo? — fue mi confundida respuesta.

— σου έχω πει, ¡que te levantes!

Un hombre joven, calvo y con esa cara de que no estaba para jugar juegos me levantó del suelo en el cual yo estaba tan cómodamente tumbado con tan solo el poder de sus brazos, para ponerme cara a cara con él.

— Que, ¿durmiendo la mona?

No me encontraba bien.

— Te recuerdo que eres nuestro prisionero ahora, y vas a trabajar como el resto de nosotros hasta que lleguemos a puerto, ¿me oyes?

Y quizás cometí entonces uno de los mayores errores de mi vida: vomité.

Algo salió de mí que tenía un color y olor indescriptible. Y como no, al estar enfrente de mí, cubrió al joven por todo su torso, suscitando su ira. El ruido del lugar en el que me encontraba, del cual tan solo ahora me había dado cuenta, cesó inmediatamente.

— Hijo de…

Y de nuevo en 3 minutos, volví al suelo.

Recuperar
La segunda vez que desperté, me recibió una cara más agradable. Yo ya estaba listo para volver a hacer el ritual de los sentidos de nuevo, pero mi acompañante se tomó la molestia de agitarme y golpearme cual árbol hasta que pude decir:

— Para, para, ¿qué crees que estás haciendo?

Entonces se alejó de mí un par de pasos y me miró con una cara de satisfacción, oh sí, esa cara, ¿donde la había visto antes?

Dándose cuenta de mi repentina lucidez y confusión, el hombre se puso de cuclillas y se presentó:

— Soy Prokopis — Y haciendo una pausa como para que asimilara este dato, añadió: — El grumete de la Speride.

Yo me quedé en silencio por lo que debieron de ser no más de unos instantes, pero para mí fue una eternidad. Todo estaba volviendo a llegar a mí con mucha rapidez, la Asamblea, mi nave, la pesca, pero a la vez con muchas lagunas, había algo que no estaba recordando.

— Si… ¿Dónde estamos, qué estamos haciendo aquí?

— Señor, fuimos asaltados por unos calabazapiratas cuando navegábamos más allá del archipiélago para conseguir peces — Miró sobre su hombro un instante — Rápido, súbase a ese banco y reme, se irá acordando de todo.

Yo obedecí y me puse a remar tratando de reordenar mis pensamientos, pero el esfuerzo físico que mi recién despertado cuerpo tuvo que superar fue demasiado y mi cerebro redujo mi actividad cerebral a meramente el mecánico movimiento de hombros y brazos.

Y entonces lo sentí. Como un cuchillo. ¡Chas! Un látigo me cruzó la espalda, causando daños catastróficos en mis hipersensibles nervios y más daño todavía en mi cerebro que no tenía la energía de asimilar todo eso a la vez.

— Parece que ya te despertaste, ¿eh? Jajajajajaja… — Era la voz del tan amable joven que me había propinado un puñetazo hacía tan poco tiempo.

Sabía que no había nada que pudiese hacer por lo que con renovado interés seguí remando y remando y remando y remando…

Venta
Debía de llevar Neptuno sabe cuantas horas remando. En mi fatigado estado, hacía el mecánico movimiento de remar sin pensar en ello, ahorrando cuánta energía pudiese para no vomitar de nuevo. Por tanto mi alivio fue celestial cuando una voz llegó a mis oídos que decía:

— ¡Alto! ¡Dejad de remar!

Para mi propia sorpresa, llegué a oír un suspiro y queja colectivo, proveniente de todas las esquinas de la cubierta, en donde estábamos encerrados. Así que no era el único en un estado casi vegetativo, vale ¿Y quienes son estos? Nunca me había planteado esa pregunta ¿Con quien estaba encerrado? A ver, estaba el muchacho, el tipo este, el otro, y… “Pues no sé”, me dije.

Por tanto, dediqué la energía que pude a escrutar y estudiar las caras a mi alrededor mientras esperaba al siguiente grito del amable señor con el látigo. Debo de decir que me resultó de lo más extraño reconocer vagamente caras, y relacionarlas a eventos y amistades, pero no poder saludarlos ni hablarles con la familiaridad que se requeriría. Me sentía contrariado, y por la expresión en las caras de los otros no era el único.

Ahí, codo con codo, estaba toda la tripulación de mi barco pesquero, menos algunos buenos muchachos que figuré no tuvieron tanta suerte como yo. Entre estos pensamientos, oí:

— Ey — Era Prokopis — Prepárate, creo que nos van a llevar afuera.

— Sí, — Respondí — sospecho que nos hemos convertido de la noche a la mañana en esclavos.

— ¡A ver, todos, escuchad! — dijo una nueva voz desde las escaleras — Vais a salir sin rechistar de aquí, ¿vale? De fila a fila, primero la primera y la última será la última.

— ¡Ya le habéis oído, levantáos, gandules! — esta vez era el matón del látigo

Como buenamente pude, me puse de pie y obedientemente me puse junto a Prokopis para esperar por nuestro turno para salir.

Estábamos subiendo las escaleras poco después cuando… ¡bam! Me quedé ciego. Dolía, quemaba, ¡mis ojos, no podía ver! O eso pensaba. Y alrededor mía podía oír a mis compañeros gimiendo y quejándose como yo. Este momento fue cuando nuestros captores nos ataron de manos y piernas para que no escapásemos.

— ¡Callaos de una vez y caminad, venga!

Nos dirigieron hacia uno de los lados del barco, donde una pasarela había sido colocada para dejarnos bajar hasta el puerto. Una vez todos estuvimos ahí, se nos colocó en una fila, tal y como estábamos, casi desnudos, y se nos publicitó de esta forma:

— ¡Damas y caballeros! Vengan y miren, vengan y miren. Observen a estos saludables y fuertes esclavos Nueznautas. Han oído bien señoras y señores, Nueznautas originarios de las Islas de las Nueces. Observen a estos educados y capaces esclavos, todos a un módico precio de 250 talentos. ¡Señora! Mire a este hombre — señaló a Prokopis — ¿no le parece una buena edición a su servicio doméstico?

Como la señora parecía verdaderamente interesada en comprar a Prokopis, el mercader de esclavos le susurró algo a un subordinado para que fuese hacia nosotros y negociase con la señora.

Los gritos del cabecilla se fueron haciendo más débiles en mi cabeza una vez la señora y el subordinado se pusieron a hablar al lado mío.

— ¿250 talentos ha dicho? — Comenzó la señora, que era ya mayor

— Así es. — Respondió el hombrecillo que se le acercó

— Me gustaría llevarme dos.

— Eso serían 500 talentos

— ¡¿500?! ¡No pienso pagar 500 por el mejor esclavo que tienen y un tipo cualquiera!

Es este momento cuando el hombrecillo me dirigió una mirada fulminante, y apartando amablemente a la señora, me propinó un golpe en la rodilla con un bastón de madera claramente diseñado para eso.

— Mire ¿que le parecen 325 por el jóven y este otro?

La señora nos escrutinó a mi y a mi compañero severamente, como inspeccionando una mercancía.

Esto debió de poner nervioso al vendedor, porque se puso a frotar sus deformes manos, antes de comentar, como para convencer definitivamente a la compradora:

— Ambos han sobrevivido a una larga y ardua travesía; han aprendido de disciplina y se adaptan a duras situaciones.

Finalmente, la compradora alejó su mirada de nosotros y respondió con desdén:

— Kriteas, trae el dinero.

Un hombre calvo y barbudo se le acercó e hizo una inclinación, dejando un saquito con monedas en la mano de la señora. Esta se la dio a su vez al hombrecillo y el otro hizo una reverencia tan profunda que parecía que iba a lamer el suelo.

La señora, finalmente nos dirigió la palabra:

— Vosotros, conmigo.

Adaptarse
Mucho tiempo ha pasado desde el día que se nos vendió a la Señora Tassou. Mi vida y la de mi amigo Prokopis han cambiado radicalmente. No sólo hemos dejado de ser libres, atados a la voluntad y siendo propiedad de otra persona; por no mencionar que vivimos en condiciones tan solo un poco mejores que la de los animales. No, lo peor ha sido la sociedad Calabazapirata. Ugh, ya no pienso tanto en ello, pero tener que convivir con aquellas personas que tanto injustificado daño nos han hecho me revuelve el estómago.

No puedo decir que lo haya pasado tan mal como otras personas lo han pasado, al fin y al cabo nosotros obedecemos a una señora mayor que vive en una villa dentro de la ciudad, no hay mucha explotación que recibir.

Prokopis y yo lo hemos hecho lo mejor que lo hemos podido, apretando los dientes y los cinturones cuando hiciese falta. Pero, me atrevo a decir, que ya no tendremos que hacerlo más.

Por lo que la señora Tassou nos lee a veces y los fragmentos de conversaciones que escuchamos, hay en marcha un nuevo conflicto entre Nueznautas y Calabazapiratas. Esta es una oportunidad de oro para volver a casa, o morir en el intento.

La señora Tassou va a visitar a su hija, que vive en un pequeño istmo en el extremo noreste de la isla; como no, desea que la acompañemos para ayudarla a asentarse y ayudar a ambas en sus quehaceres y disfrutes durante la estancia. La hija de la señora Tassou vive cerca de un pueblo pesquero, al que sin duda eventualmente iremos.

Esta será nuestra oportunidad de oro para adquirir nuestra libertad. No pueden mantener un ojo en los barcos siempre.

Viajar
Incluso cuando ya llevábamos como mínimo una hora en la carretera, la villa todavía era visible. Un puntito blanco y verde a lo lejos, sobre una colina, pero un punto de todos modos, que muestra simplemente lo grande e imponente que era.

— Ey, Nasos — Me dijo Prokopis — despierta, hombre ¿Que te pasa?

— ¡Oh! — Respondí yo, saliendo de mi anonadación — Nada, nada, tan solo, tan solo… — “¿Qué estaba haciendo?” pensé — estaba distraído.

— Lo que tu digas, la señora tiene algo que decirte.

— ¡Voy para allá, señora Tassou!

Y dejé la compañía de mi amigo en la cabecera del carro para contestar a los designios de mi ama. Una vez le mostré mis respetos, y ella me indicó que me sentase a su lado, me preguntó de repente:

— Nasos, tengo entendido que tu y Prokopis venís de las Islas de las Nueces — Yo asentí — ¿Qué piensas de la guerra?

Parpadeé varias veces, como para asegurarme que no veía espejismos, luego me repetí en mi cabeza la pregunta unas mil veces, y pensé en todas las posibles respuestas que podía darle sin dañar el orgullo de la vieja o faltarle el respeto. Todo esto debió de tomar menos de un par de segundos, porque la señora, contrario a lo experimentado, no presionó la pregunta de nuevo. Eso, o sabía muy bien lo que hacía y veía que estaba pensando.

— Bueno, heh, es un tema complicado, y hace mucho que no tenemos noticias de casa, por lo que no tengo mucha idea de cómo son las cosas en realidad — No parecía satisfecha, por lo que añadí: — Y de todos modos creo que los esclavos no nos deberíamos meter en la política, nuestra opinión realmente no importa.

— Y, — Añadió leyendo en mi cara algo que no quería decir — tenemos claramente opiniones distintas al respecto.

— También es cierto — Afirmé agitando animadamente la cabeza.

Tuvimos un intercambio de miradas que me dejó una imponente impresión. La vieja señora me estaba escrutando como aquella vez hace tanto tiempo que nos compró. Dentro de mi oraba a todos los dioses habidos y por haber para que no me pidiese que me mojase. Era una señora inteligente, maldita sea, no tiene por qué hacerme sufrir así, ella lo comprende, por favor, por favor, por favor…

— Muy bien — Se giró hacia su hija, la presencia de quien todavía no me había dado cuenta — ¿Cuánto crees que queda para llegar?

— No lo sé, madre, — Le respondió en la forma que se le responde con una obviedad a una persona mayor — tendría que ir delante para ver…

— Pues venga, ponte, tenemos que pillar la marea baja.

Y así, la joven desapareció por las cortinas del carruaje.

— Ahora, Nosos. Soy una señora mayor, y no te voy a mentir, he venido aquí a morir. Mi finca de la ciudad va a ir a mi hijo que está ahora mismo en la guerra y vosotros dos — Esto último señalandonos a mi y a Prokopis — vais a pasar a ser posesión de mi hija.

— Comprendo.

El resto del viaje a la costa fue muy tranquilo, algún que otro animal, bache, otro carruaje.

No voy a mentir, me acongojaba la normalidad de todo; mientras que internamente estaba pensando en cómo rechazarlo todo y dejar atrás todo esto, sabiendo lo que iba a hacer se me hacía conflictivo vivir cosas tan normales.

Huida
Las estrellas brillaban con una intensidad nunca antes vista, pero en lugar de asombrarme o alegrarme; tenía miedo. Me asustaba la idea de que la simple luz de firmamento pudiese delatar nuestra situación y poner nuestros cuellos bajo espadas antes de que saliese el sol. Prokopis notó mi angustia.

— Ey, ey, calmate, todo va a salir bien, es imposible que nos pillen

Era verdad, le habíamos pedido permiso expreso de la señora Tassou para salir a pasear, y nos habíamos amigado a los pescadores y nos habían amablemente enseñado cómo atar y desatar nudos marineros. Habíamos cenado fuerte y robado algunas cosas de la despensa para nuestra travesía, aunque teníamos claro que viviríamos del mar cuánto tiempo hiciese falta.

Aun con todas las precauciones tomadas, yo no me lo creía.

— Ya, lo sé — le respondí mientras desataba los muros de la barca que habíamos elegido de antemano. Que raro me sentía, haciendo algo tan fuera de lugar con tanta calma ¡Dioses, ayudadme!

Nos subimos a la barca. Prokopis cogió los remos; y estaba a punto de ponerse a remar, cuando llegó al límite de nuestros oídos una voz reconocible, pero apenas audible, proveniente de una de las cosas cercanas.

— Naaaaaaasoooooos.

Prokopis y yo intercambiamos miradas de pánico.

— ¿Nasooooooos?

Esta vez sonaba más alto.

Agarré a Prokopis por los hombros, y con el menor de los hilillos de voz, le dije:

— Rema.

Y remó, y remó, y remó, y luego yo remé, y remé, y remé, hasta que paré.

Las ahora encendidas luces del pueblo estaban muy lejos, pero no nos sentíamos seguros. Sabíamos que no nos dejarían escapar, dentro de nada veríamos unos puntos de luz en movimiento hacia nosotros. Pero estábamos exhaustos. Sin hablar, Prokopis y yo abrimos los panes que nos habíamos traído, yo saqué la miel, y él las nueces.

Y de repente, las luces. Yo apagué la vela y Prokopis remó. Les llevábamos al menos 10 minutos de adelanto, pero no queríamos saber qué pasaría si comenzamos a distinguir a las figuras en los botes.

Remó y remé, remó y remé, remamos…

Nos dormimos cuando el sol estaba saliendo.

Regreso
Madera. Sol. Sal. Voces. Agua… ¡Agua!

— Ahhhhhhhhh — Inspiré frenéticamente, estaba empapado — Ah uh ah, uh ah…

— Ha despertado — dijo una voz cerca de mi

— ¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está Prokopis? — Traté de levantarme, pero antes de que las manos de los otros me pudiesen parar, mis propios músculos lo hicieron — ¡Argh!

— Eh, eh, cálmate, eres Nueznauta ¿no? — dijo alguien con cara de ser quien hace las preguntas por aquí.

— Sí, sí, soy Nasos ¿Dónde está el otro hombre que estaba conmigo?

— Está bien, él ya se ha despertado — El hombre me ofreció su mano — soy Nik Mundotis, y está es mi tripulación ¿Que hacíais en medio del mar?

Le acepté la mano y la usé para ponerme de pie, era más alto que yo.

— Es, — me llevé una mano a mi cuello — oh dioses, mi garganta.

— ¡Que alguien le traiga agua! — ordenó Nik.

Bebí.

— Es largo.


Cover image: by NationStates

Comentarios

Author's Notes

Llevo trabajando en esto bastante tiempo ya, y lo considero una mejora sustancial con respecto a  La fortuna de los ciegos.


Please Login in order to comment!