El Pasaje de la Muerte
General Summary
CAPÍTUO I:
CAPÍTULO II
El Llanto de los Muertos
La narración del Pasaje de la Muerte se inicia en el momento justo en el que terminaba La Caída de la Casa Edurnegorri Caída de la Casa Edurnegorri.La Hecatombe de Zugarramurdi
Los protagonistas tras llegar a la cueva de Zugarramurdi y enfrentarse a sus defensores, una cuadrilla de dusios (faunos corrompidos por la oscuridad), se encontraron con el espeluznante espectáculo de una Hecatombe. Las mujeres de Guetaria habían sido cruelmente sacrificadas. Josué Ben Salomón se lanzó a intentar socorrer a las posibles supervivientes, algunas aún agonizaban sin remedio. Se les había dado muerte abriéndoles el vientre en canal, dejando que sus vísceras de desparramaran por el suelo. Pudo comprobar que habían sido maniatadas antes y liberadas junsto después de tan cruenta acción, para que caminaran intentando huir o recomponerse sus vísceras dentro del cuerpo, -o más triste aún- intentando ayudar a sus semejantes porque entre las víctimas había mujeres de todas las edades, niñas también y muchas madres intentaron socorrer a las suyas mientras sus propios intestinos caían por el suelo. El bueno de Josué, cuya compasión no tiene límites se vio abrumado ante tanto horror y la frustración de no poder hacer nada, derrumbándose a llorar desconsoladamente por aquel centenar de pobres desdichadas, asesinadas despiadadamente y cuyos cuerpos yacían entre un fango de sangre y vísceras pisoteadas. Beñat, conocedor de las creencias paganas, sabía que este lugar, Zugarramurdi, era uno de los puntos de encuentro de las sorgiñak, las sacerdotisas de la Vieja Religión que aún celebraban más o menos a escondidas sus ritos. Este lugar estaba consagrado al gran Akerbelz (el Cabrón Negro), señor del Mundo Subterráneo a quien se le honraba con bailes, fiestas, orgías, ofrendas y también sacrificios de animales o humanos, pero no tenía conocimiento de que Akerbelz se contentara con semejante crueldad pues, a pesar de su intimidante apariencia, era un dios benigno y protector. Las víctimas solían ser prisioneros o criminales -especialmente violadores- a los que se les daba muerte entre todas las brujas moliéndoles a palos. Pero esta exhibición de atrocidad no tenía sentido ni cabida ni precedente. Entre todo este horror, Duncan y Antxon pudieron ver claramente el cuerpo de Ainhoa sacrificado en un lugar visible y expuesto, casi presidencial, colgado del borde de un aterrazamiento de la cueva, justo frente a la entrada, como si hubieran preparado dicho espectáculo solo para sus ojos. Había sido desnudada, atada, su cuello rebanado de un tajo, y su corazón atravesado por una estocada. A pesar de tan cruenta exhibición, su cuerpo parecía haber sido sacrificado de otra forma, quizá por otras manos, algo más piadosas... Nada podían hacer por ella aunque visiblemente su muerte había acontecido no más de una hora antes de su llegada. Duncan no quiso esperar e hizo gala de sus habilidades nigrománticas innatas, llamando al espíritu de Ainhoa a que le hablara, y sucedió algo prodigioso: Ainhoa se manifestó ante todos sus presentes, pálida, demacrada, torturada.y aún así espectralmente hermosa. Todos podían verla y parecía hablar a un interlocutor intedeterminado que podía ser tanto Duncan como Antxon.Mi amor, este ha sido mi triste final... ¿Por qué, por qué tanto sufrimiento? ¿Por qué se ríen? Aún oigo sus carcajadas... Se mofaban de las pobres desgraciadas mientras tropezaban con sus propias tripas cayendo. Debatiéndose entre la vida y la muerte por ayudar a sus hijas, a sus madres, o por escapar de aquí. Este lugar es un rincón del Infierno...Duncan procedió a interrogarla con su dureza habitual, intentando que la emoción no le embargara a él también...
¡Gabazkuak ha sido la responsable de todo este horror! Pero quien me ha dado muerte -mirando a Duncan- ¡quien me ha dado muerte ha sido tu hermana!Ainhoa se refería a Oighrig MacDubhgaill, hermana mayor de Duncan y Valedora del Culto del Extranjero Negro, que juró que no dejaría a su hermano descansar hasta que volviera al seno de su familia y sus prácticas, habiéndole maldecido por haberles abandonado.
Pero aún hay algo que puedes hacer por mí... -prosiguió- Las brujas poseen algo que puede traer a alguien de vuelta del Infierno, lo llaman el **Óbolo de Erio**. Eso les oí comentar. Las brujas viven en Aralar, su montaña sagrada. ¡Aún puedes salvarme! ¡SÁLVAME!Y en un último destello de luz espectral, su fantasma se desvaneció en la oscuridad. Sin embargo, esto tuvo un duro precio para el propio Duncan que, sobrecargado por la intensidad del momento, cayó al suelo en un ataque de la Enfermedad Sagrada que sufre, cayendo al suelo entre violentas convulsiones y liberando espumarrajos de bilis mientras sus ojos quedaban fantasmalmente en blanco, casi refulgentes. Josúe, algo restablecido del trauma de la hecatombe corrió a ayudarle como él ya sabía y aunque fue difícil, logró controlar sus espasmos, dejándole calmado, inconsciente.
Se despertará en un rato. Ahora necesita recomponerse.Pero aún así, su cabeza y su cuerpo parecían moverse en medio de profundas y turbulentas ensoñaciones... ¿Qué infierno interior estaría viviendo el mago? Antxon quedó junto al cuerpo de Ainhoa, llorando amargamente por su amada mientras profería el juramento de que haría pagar con sangre mil veces al autor de este crimen. Sus hombres, -Fermín y Gabín- consternados, guardaban estoicamente la entrada de la cueva, protegiendo a su señor y al joven Vela, su paje y pupilo, que consternado y paralizado por el miedo, quedó acurrucado en un rincón de la cueva, consolado por el extraño cuervo que unos días antes, había hecho aparición en el bosque, y se había convertido en una especie de mascota. Antxon insistía en que había que darle al cuerpo cristiana sepultura, aunque de todos era sabido que Ainhoa, igual que su padre Ander Edurnegorri, nunca había profesado la fe cristiana. De hecho, en la destruida aldea de Guetaria no había iglesia alguna y los pocos cristianos del lugar solían acudir hasta Aya si querían asistir a misa o recibir sacramentos. Mientras tanto, Beñat se dedicó a investigar la cueva y contemplar de cerca el horror. Así encontró el cadáver de su madre, Miren, horrendamente torturado y muerto como al resto de las infortunadas. El dolor era insufrible, porque se puede entender la muerte, mas no tamaña crueldad. Raoul también siguió explorando la cueva y halló otra estrecha terraza que asomaba a la galería principal, a modo de palco, iluminado por una línea de hogueras aún ardientes. En el centro de la misma un círculo de velas apagadas, aún tibias rodeaba un extraño símbolo arcano. No hallaron huellas que salieran más allá de las puertas de la Cueva. Solo se veían las propias pisadas tambaleantes de las mujeres caídas, dejadas en el fango. Se apreciaban huellas de pezuñas, que atribuyeron a los dusios, algunas de las cuales desaparecían justo en la galería sur, la que se abría a un amplio prado, donde se encontraba el cadáver de Ainhoa. Desde allí, una serie de pisadas, humanas esta vez, se veían claramente salir de la cueva para dirigirse a la otra entrada de esta. Fue en ese instante en el que Duncan recobró la consciencia. Había pasado más de una hora, y aunque visiblemente fatigado, estaba consciente. Su rostro tenía el semblante de haber recibido alguna extraña epifanía. De lo que sus sueños le revelaron, nada dijo. Sus compañeros le informaron de sus hallazgos. Primero se dirigió al cuerpo de Miren y pidó permiso a Beñat para hablar con su espíritu... Así Duncan pudo ver el alma de la desdichada que le dijo:
Este ha sido mi final. Pero dile a mi hijo, dile, que ya no sufro... Dile que estoy bien, que mi alma partirá con la Señora.Acto seguido, Raoul y Beñat le condujeron hasta el palco donde habían hallado los restos de actividad mágica. Duncan pudo adivinar de que se trataba de un ritual de invocación infernalista que se había impulsado a través de todo este sacrificio masivo. Además, las brujas maléficas usan como método para su magia impía los actos de depravación. Por los signos trazados, habían tratado de invocar demonios de la cohorte de los Poderes Aéreos, los demonios que tienen poder sobre los elementos físicos del mundo. Con qué fin, lo ignoraba. Trató de indagar algo más haciendo uso espontáneo de su magia (Intellego Vim), pero fracasó miserablemente. El enorme aura infernal del lugar ayudó a ello y Dunca volvió a caer preso de otro ataque de Enfermedad Sagrada del que tardó varias horas en despertar. Cuando lo hizo, visiblemente fatigado, le quedaban fuerzar para ir y refugiarse en la galería donde se encontraba Ainhoa, ahí le dejaron junto a Josué y Vela, para que recobrara fuerzas...
Los agotes nos trajeron aquí a través del bosque y nos entregaron a Gabazkuak... Nos ataron de pies y manos, tiradas en el suelo.
¡Gabazkuak! A quien los agotes han hecho su reina. Ella ha sido la causante. Había unas brujas extranjeras, pero fueron ella y sus seguidoras las que perpetraron este horror. Primero celebraron una bacanal con los dusios que aparecieron por la puerta del Prado del Cabrón y cuando hubieron bailado y copulado con ellos, vinieron a por nosotras y nos fueron abriendo en canal una a una, mientras cortaban nuestras ligaduras. Reptando por el suelo para escapar de aquí, mis tripas se quedaban por el camino. Ví como madres intentaban ayudar a sus hijas. Hermanas a hermanas. Unidas todas en este horror.
Dile, dile a mi hijo, que no permita que esto suceda otra vez...
La Emboscada
Hartos de esperar, Raoul, Antxon y Beñat quisieron seguir las huellas que salían precisamente de ese rincón de la cueva. Antxon dejó a su hombre Gabín al cuidado de Vela -y de Duncan- mientras se llevaba a Fermín y su maza con él. Siguieron las huellas que conducían por el llamado **prado del Cabrón** (akelarre) -donde la hierba pisoteada revelaba los restos de la bacanal de brujas y dusios, y rodeaban por fuera la cueva para dirigirse a la otra gran entrada de esta, pero sin entrar de nuevo en la cueva parecía que se metían en unas pequeñas covachas... Les estaban esperando. De una de ellas, oculta entre los helechos que tapaban la entrada, salió Oihrig, la hermana de Duncan, empuñando una lanza de factura arcaica y aspecto siniestro, que atacó directamente a Beñat, hiriéndole en un costado. El arma, claramente encantada, extendió un veneno ácido que afectó doblemente a Beñat. Por la retaguardia, saliendo de otra cueva, apareció la gran figura de una persona rapada, poderosamente musculada y aspecto andrógino, armada con guantes como garras de acero que se encaró con Fermín y Antxon. Raoul se lanzó contra Oihrig. Podrían haber acabado con ellas pero escondida entre los matojos, a salvo por encima de las entradas de las cuevas aguardaba otra mujer, cuyos cánticos estridentes escucharon como un grito que cortaba la oscuridad. Después un espelunzante crujido de huesos y un aullante grito de dolor. De repente, la pierna de Fermín se rompió, por arte de la más vil brujería. Gracias a su vitalidad y capacidad de aguante pudo resistir el dolor y mantenerse en pie, pero a duras penas, echándose atrás mientras Antxon se encaraba con la enorme figura con garras de acero. El combate prosigió, Beñat se hizo atrás para disparar a Oihrig, haciendo blanco, pero la bruja se ensañó con él, apareciedo su rostro de entre la maleza, mirándole fijamente con unos furiosos ojos azules para lanzarse tierra sobre ellos. Al instante, los ojos de Beñat quedaron cegados por esa misma tierra no pudiendo disparar. Así, corrió a tientas hacia el arrojo cercano para lavarse la cara.¡Hermano! ¡Ven aquí cobarde! ¿Vas a dejar que tus compañeros mueran mientras tu te enjuagas las lágrimas? ¡Lucha como un hombre!El combate proseguía y valerosamente, Raoul y Antxon lograban contener a Oihrig y su compañera, pero veían que el daño que les causaban solo les enfurecía más y en sus respectivas miradas brillaba un fulgor asesino, inyectadas en sangre, presas de una furia bestial. Ante los ruidos de combate, Gabín, el otro hombre de Antxon y el propio Duncan, incorporándose a duras penas, acudieron al combate. Gabín cargó contra el combatiente grande en ayuda de su primo Fermin y de su señor. Entre los tres estaban logrando hacerle verdadero daño, pero la bruja en los matorrales volvió a lanzar otro conjuro, rompiéndose de nuevo la pierna e inutilizando totalmente a Fermín, que cayó al suelo, con las dos piernas rotas. Raoul, por su parte seguía en combate personal contra Oihrig, resistiendo heroicamente pero sufriendo del veneno de sus lanzadas. Beñat se logró limpiar la tierra ficticia de su rostro y pudo reincorporarse para disparar nuevamente contra Oihrig. Duncan finalmente llegó a la escena e intentó hacer magia contra la bruja escondida en lo alto, tratando de abrasarla con la Lanza de Llamas, pero el hechizo no tuvo éxito.
La Bruma Aullante
Por el este se veía despuntar las primeras luces del alba... Entonces, los despuntes de la aurora trajeron un soplo de aire frío que emanaba del mismo gran pórtico principal de la cueva, y una niebla azul, ultra terrena y luminiscente se elevó. Podía verse recortada en ella la negra silueta de una gran figura con cabeza de cabra. De repente, esa niebla se materializó en una traslúcida muchedúmbre de mujeres enfurecidas, con el rostro demacrado de rabia y dolor y las ropas ensangrentadas que se lanzaron contra las brujas extranjeras, apartando del combate a los hombres y, con ello, poníendolos a salvo.¡Id y vengadnos!Lograron oir que el espíritu de Miren les decía. Y esa oportunidad aprovecharon Duncan y los suyos para huir. Se llevaron los cuerpos de Ainhoa y Miren. Un sencillo hechizo que Duncan conoce aseguró que los cuerpos se mantuvieran intactos durante un ciclo lunar y los enterraron bajo un túmulo de piedras que ocultaron con ramas, turba y helechos. Pero no tardaron en oir a las escocesas bramar enfurecidas...
¡Sí, mirad, han ido por ahí!No tardarían en darles caza, pero, oyeron un silbido que les heló la espalda. De donde provenía se abría un sendero que no habían advertido antes, y un gran brazo peludo les hizo una señal antes de desaparecer en la maleza. Beñat interpretó que era el mismísimo Basajaun, el Señor del Bosque, que les estaba ofreciendo una escapatoria. Los viejos dioses se estaban manifestando en su ayuda, ¿o era otra trampa? No se lo pensaron y se adentraron en el bosque, con la esperanza de llegar a Aralar y recuperar el Óbolo de Erio de las sorgiñas.
CAPÍTULO II
Extranjeros en Tierra Extrraña
Fecha del informe
13 Jul 2024
Oighrig MacDubhgaill
Cameron Medio-Osa
Catriona MacDubhgaill
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