Un tanto abrasivo, es el amigo (empleado) de Charilus, y lo ayuda en su búsqueda.

La historia de Omar es una que tiene que contarse en enciclopedias, no simples artículos.
 
Nació en un carromato, parte de una troupe itinerante, y nunca paró de andar desde entonces. Pasando de troupe en troupe, haciendo brillar sus talentos como actor, acróbata, ilusionista, cantante, músico... ladrón, rufián, estafador, criminal... Sí. Entienden la idea. La realidad es que, vivir en la calle no es la forma de desarrollar moral, sino labia, y las peores promesas terminan siendo las que se cumplen, más que las que se rompen.
 
Fue difícil para Omar encontrar su lugar en las alcantarillas de Zephra, junto con tantos otros huérfanos, criados a base de robo y limosna. Sirve, claro, para llenarte los pies de callos y heridas. Todavía no entiende cómo no se desgarró una arteria en aquellos tiempos. Una vez le enterraron un vidrio del tamaño de su mano en la base del pie por robarle a quienes no debía. Volvió a intentarlo al día siguiente. Entre callejones y empedrados, Omar vivió hasta la adolescencia allí, en esa gran ciudad, ya que no había donde más ir. Era todo lo que alguna vez conoció. Terminó siendo experto en robo, sigilo, secretos y puertas.
 
Solo buscó sobrevivir, hasta que escuchó la música por primera vez, en una de las plazas. Las notas le llegaron como un ángel, y eso que él odiaba a los dioses. Terminó tan hipnotizado que siguió a aquella bardo, una chica pelirroja de ojos claros, que contaba sus monedas detrás de una taberna. Se acercó, eventualmente, cuando, luego de unos días de observarla, encontró el valor. Recibió una terrible bofetada al acercarse, por parte de un hombre que siempre cuidaba a la pelirroja. El golpe lo dejó estúpido por un momento, y perdió dos dientes.
 
El mundo fue cruel con Omar, pero él nunca se rindió. Quería volver a escuchar la música. Eventualmente, comenzó a usar sus habilidades para colarse a los teatros, a las óperas, y a las tabernas, para escuchar no solo melodías, sino rumores, historias, y alguna forma para salir de aquella ciudad blanca pero tan sucia. Eventualmente, logró ahorrar lo suficiente como para un carruaje y una lira, y partió, a los quince, de aquel infierno de gigantescas torres y multitudes apáticas.
 
Los primeros meses fueron duros, pero nada se asemejó a su vida en Zephra. Logró arreglárselas, comenzó a tocar el laúd, la flauta, y muchos otros instrumentos. Intercambiaba secretos por historias, que contaba en otras tabernas para hacerse con algunas monedas. Y, siempre que podía, recuperaba de la caja registradora lo que había usado para pagar la noche, con un interés adicional si el tabernero le cayó mal.
 
Pasaron los años, y comenzó a mostrar signos de magia arcana en su música. Fue un encuentro casual con un arcanista que le reveló su verdadero potencial. Desde entonces, comenzó a forjarse su propia leyenda: Omar, el Bardo de Zephra, la Lira de Kut, la melodía de Landover. Los rumores comenzaron a jugarle a favor. De pronto venían a preguntarle cómo hacer un elixir de fango y lágrima para no envejecer, o le invitaban la comida con tal de que cuente una historia.
 
Entre los bardos, Omar se volvió también un ícono. Alguien a quien apuntar. Fue en estos tiempos, cumpliendo los veinte, que conoció a uno de sus grandes amigos: Gambino Thorfinn, un half-elf de Tal'Dorei. Juntos, vagaron durante mucho tiempo, encontrándose en tabernas, para luego desaparecer al día siguiente, sabiendo que eventualmente, si no morían, volverían a verse.
 
Omar pasaba su tiempo en diferentes troupes, pero ninguna fue como la de Gustav Dranzel, el orco loco. Aquel era verdaderamente un carnaval de diversión, estafa y risas. Gambino también fue parte de este, pero iba y venía, como todos en la profesión. De Omar se dicen muchas cosas, y más de la mitad las inventó él, pero eso pocos lo saben. Cruzó los siete lagos en un mismo día, se aventuró en las Tierras Antiguas desnudo durante más de un mes, atravesó todo Markett (sí, cada uno de los países) usando solo las vías elementales, etc. Los cuentos de Omar se volvieron tan famosos que lo trascendieron. Ahora es tan parte de las historias como de la realidad. Y, al fin y al cabo, cual es la diferencia? Todos necesitan algo que creer.
 
Fue una fatídica noche en Zedash, que la carrera de Omar terminó. Andaba con la troupe de Dranzel, junto con Gambino, que por algún milagro se había encontrado con ellos antes de Kralu. Encontraron, en la puerta, un carromato un tanto especial, con el símbolo imperial detrás. Pensaron que no era un noble, necio y estafable. Era un gnomo.
 
Lo que pasó en aquella taberna solo lo saben Omar y Charilus. La troupe lo esperó afuera, escuchando a medias lo que decían allí dentro. Hubo un juego de cartas, una mentira, una historia y una oferta. Omar la tomó. Salieron juntos, el gnomo y el humano, y saltaron encima del carromato de seis ruedas.
 
Charilus y Omar se volvieron las dos caras de una misma moneda. Viajando por el mundo, recopilando historias, dibujando mapas y conociendo gente. La leyenda del Mago Ambulante y su asistente llegaron más lejos que cualquier cuento, y para el asombro del bardo ¡No eran mentiras! Bueno, la mayoría. Eventualmente, se les unió Belén, luego de aquella tragedia. Omar y ella se llevaron muy bien muy rápido, y se volvieron el trío ambulante.
 
Así, pasaron años felices, de mucha diversión y descubrimiento. Entonces, Charilus descubrió lo de las máscaras. Eso fue el fin del viaje. Ya no estaban jugando con juguetes. Tenían verdaderas responsabilidades con el Imperio y todo Rel. Pocos saben esto, pero Omar se dedicó más aún que su maestro a la tarea. Aquel era su destino. Proteger lo que tanto disfrutó para los demás.
 
Eventualmente, luego de un año de investigaciones sin frutos, Omar decidió buscar ayuda. Logró convencer a los pibes de darle una chance a Charilus, y a Charilus de no freir a los Pibes, así triplicando la mano de obra y el esfuerzo colectivo. Hoy por hoy, Omar sigue trabajando, a los lados de su maestro, para salvar Rel de quienes no pueden medir sus poderes.