ACTO I: La Batalla del Alba Sombría - Parte 3

General Summary

En el Puente de Eldoran, los capitanes del Batallón del Alba lucharon con honor y valentía contra fuerzas inimaginables. Dos Behirs colosales descendieron sobre ellos, rugiendo con relámpagos y devorando a los guerreros, pero la resistencia de los capitanes fue feroz. Musashi desgarró a uno con su hoja, Kinlung quemó desde dentro las entrañas de la bestia, y Wotan conjuró una plaga oscura que consumió al último monstruo. La batalla dejó el puente en ruinas, pero su victoria fue efímera.

El cielo se tornó carmesí. Rick Eyehawk descendió con una advertencia aterradora: un enemigo mayor marchaba sobre Aurelis. Dragones negros con jinetes oscuros descendieron de las tormentas, mientras hordas de vasallos de Lolth emergían de las colinas. Los capitanes resistieron con todo lo que les quedaba, pero su poder fue menguado por oscuros conjuros. Uno a uno, cayeron en el campo de batalla, defendiendo los ideales de Paz, Equilibrio y Equidad hasta su último aliento.

Pero su historia no terminó ahí. Despertaron en una antigua iglesia de Helm, despojados de sus armas y sin recuerdos de cómo fueron rescatados. La sensación de desconcierto se apoderó de ellos mientras intentaban orientarse. A través de su astucia, descubrieron que el lugar tenía más de 500 años y que algún ritual sagrado había devuelto sus almas al mundo. Todo indicaba que habían sido salvados por un poder desconocido, pero sin pistas claras sobre quién o qué había intervenido en su destino.

Desorientados, salieron en busca de respuestas, encontrando un humilde pueblo en el Valle de Arroyoviejo. Allí, un viejo veterano, Valgrom, les ofreció refugio y les indicó el camino hacia un puesto militar.

Fue en ese momento cuando encontraron un viejo pergamino, un comunicado oficial de Aurelis. En él, se declaraba que el ejército había logrado la victoria en la guerra y que el puente de Eldoran estaba nuevamente bajo su control. Los pueblos cercanos vivían en relativa paz, y aunque muchos habían sufrido por la destrucción, Aurelis ya estaba asistiendo a las aldeas afectadas para reconstruir lo perdido. Se solicitaba que cualquier guerrero o viajero brindara auxilio a los campesinos necesitados, asegurando que la nación estaba en proceso de recuperación.

Por primera vez desde su despertar, pudieron descansar verdaderamente. La taberna del pueblo les brindó un respiro en medio de la incertidumbre: Kinlung bebió en silencio, intentando ahogar en el licor la sensación de haber vuelto del otro lado; Krataklar, con su laúd, comenzó a tocar una melodía melancólica que poco a poco levantó los ánimos de los aldeanos, convirtiéndose en una canción de victoria.

Antes de poder continuar su viaje, bandidos irrumpieron en el pueblo, robando una bolsa de oro con un propósito misterioso. Sin dudarlo, los capitanes se lanzaron tras ellos. Musashi persiguió a uno, acorralándolo y acabando con él con brutalidad. Usando magia oscura, extrajeron información del cadáver, descubriendo la ubicación de un campamento enemigo en las montañas, donde 20 guerreros bien armados se refugiaban en una cueva.

Convencieron a los aldeanos para unirse a su causa, y al alba, con el frío cortando el aire de las montañas, se prepararon para marchar hacia el campamento enemigo. Sus heridas aún dolían, sus cuerpos aún estaban agotados, pero seguían siendo Capitanes de Aurelis, y sus valores no decaerían ante nada que intentara interponerse en sus destinos.