BUILD YOUR OWN WORLD Like what you see? Become the Master of your own Universe!

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

El Amanecer Dorado

La Leyenda del Enano que se convirtió en Dios

Dragones, en los Años de Ceniza, no hicieron muchas apariciones. Calag el Heraldo sembró terror en Figium durante un tiempo, pero sería derrotado por la Santa Anathema, en 1465. Glaurung el Héroe, en su ciega furia, tomaría los mismos pasos, atravesando casi toda la cordillera de Aman pero cayendo contra el Rey de Amarillo y el Matadragones.   Dragones, en el pasado del mundo, se habla de Yashas. De grandes historias y de mayores dolores. De muertes, de amores no correspondidos. Sin embargo, en Aurelis y en Yementtor; e incluso en algunas partes de Dakarkalí, se habla de un guerrero dragón. O un guerrero de barbadragón, por lo menos. Un sol de furia y justicia. Una combinación, dicen en el Imperio, de Abel y de Tiamat en un solo ser. No. Igmar es su propio Dwemer. Y su leyenda no comienza en este siglo, ni el anterior.   Lo llaman Agni en Aüle, y dicen que peleó contra Bishamonten y la venció, antes de ser dios. Lo llaman Michael en Severen, y sus logros cuentan de caballerismo y protección con respecto a su dama, Berena. De allí los caballeros de la Rosa Blanca, en honor a la Armada Blanca que Michael lideró en tiempos antiguos. Lo llaman Duregar aquellos de Hierro Negro, recordando la herencia de los años, y aún se le dice Ulfast en Yementtor, para hacer honor a Valaya, su hermana.   Pues como dos héroes, dejaron el mundo mortal en diferentes tiempos. Igmar el Dragón se elevó como los Dwemer de antaño, y en los recuerdos de la montaña, profundo en las bilbiotecas de Dun Mahed, se lo celebra entre los nombres de Azhagal y Durin. Todos los años, al llegar el Día del Duelo, se dice que Bishamonten e Igmar aún batallan sobre las estrellas, y toda mala sangre se resuelve como tal, para nunca más ser recordada.   Aún se celebra, en Yementtor, la partida de Igmar. Subido al Argonauta, dejó el mundo mortal después de la Caída de Xoth, y nunca regresó. Solo se supo de él cuando las estrellas se doblegaron ante su ímpetu, y el amanecer fue dorado para todos en la tierra. Los fieles lo supieron entonces. Un nuevo Dios había nacido. Su historia es contada en partes, como una odisea, o una leyenda. Pocos saben de su verisimilitud, pues nadie que en esos tiempos vivía estuvo presente. Sus compañeros, los tripulantes del Argonauta, tampoco regresaron, y la mítica nave quedó en la historia como aquellos maravillosos vehículos que alguna vez pudieron los Dwemer de Trivyt construir. Los trenes y aeronaves imperiales no son más que juguetes en comparación a lo que podían crear aquellas hábiles manos.  
Cuenta la historia que Igmar y sus compañeros, de entre los cuales el viejo Barbablanca y el perspicaz Mowbrey, se alzaron un 50 de Quinthuil, para reclamar no sus tierras mortales, pero sus casas ancestrales más allá de las estrellas. Era algo que Igmar debía hacer, pase lo que pase, pues para vencer a Xoth había tenido que mentir y actuar en mala fe. Debía corregir aquello que él presenció, y nada lo detendría, pues consigo llevó a sus mejores compañeros, y en debajo de la tierra enterró a sus más fieles soldados. Desde el legendario pistolero, hasta el astuto ícaro, pasando por el milenario halcón y por su querida Belén Dama de Luz; Todos lo habían dejado.
  Así comienza la historia, aunque un poco segmentada. Algunas versiones proponen otros acompañantes, como el Inquebrantable Ozen, o el Adivino Jericho. Algunos cuentan que Perjuna viajó con él, aunque muchos pueden corroborar que este último se encontraba presente al morir el Barón Rallis, por lo que es poco probable. La historia continúa en diferentes tonos, algunos más felices, otros más trágicos; siempre cambia dependiendo de quien la cuente.  
En el camino de las valkirias el Argonauta dudó, y el Mar Astral tuvo que conquistar, pues Heimdall lo observaba desde su puerta, y no dejaría que entre nuevamente por encima suyo. "Vamos, viejo amigo" gritó Barbablanca. "Me has visto pasar frente a tu mirada cientos de veces en mi exilio; ahora traigo propósito conmigo y me impides el paso nuevamente?" Pues no era ningún secreto que para llegar al Tirano por primera vez, este mismo viaje fue tomado, y este mismo encuentro conquistado.   "Nadie pasará por estas puertas, a menos que frente a mí se midan."   Fue Igmar quien entonces descendió del Argonauta, y caminó por las estrellas. Con las armas antiguas del Valhalla, Mjoradin y Mjolnir, además de sus reliquias, ya no le temía al gigante.   "Planetar, estoy listo para morir. Lo estuve desde el momento que Duregar no fue más. Tú, que tanto allí observas, ¿que no viste mis logros? He vencido a un Dios. He ascendido más allá que cualquier mortal. Y poseo en mi corazón la llama de Änor, pues ni Ecthelion se midió contra mis martillos. Desciende de tu torre, y pelea conmigo honorablemente. Quizá así llame la atención de quienes se distraen con peleas innecesarias."   "Tar-Kordan pequeño Dwemer." Heimdall rió. "Acepto tu reto".   Y fue como tal, en llamas y erupciones, que las estrellas mismas se quebraron frente al poder que Igmar trajo consigo. Su fuerza excedía la del guardián, y en una rápida y tenaz furia, lo arruinó contra la puerta dorada, y el Bifrost se partió en su caída.   "Nada más que otra piedra en el camino" musitó el Dwemer, antes de entrar al Valhalla como nadie nunca lo había hecho.
  Algunas versiones admiten que Heimdall no perdió la batalla de fuerza, sino que perdió contra la astucia de Igmar, que lo engañó para que el Argonauta pase el Bifrost. En su ira, Heimdall rompió el puente para nunca más hacer el mismo error. La primera versión es sin embargo más interesante, por lo que se suele contar por encima de la segunda, mismo si es menos creíble.  
Sobre el monte, por encima del Pasaje de las Valkyrias, se alzaba el Palacio del Tirano. Allí donde las almas siempre peleaban para su entretenimiento, y donde Loken era maltratado. Solo para Thors tenía ojos el Tirano, y cuando este murió frente a Jormungandr, nunca pudo perdonar a su segundo hijo. Aquel que no había ido a pelear. Aquel que no deseaba la batalla. Pues si algo mató a Thors, fue su idiotez. Y si algo separó al Tirano de su esposa, fue esa Ira incontrolable que dejaba escapar en su único hijo aún en vida.   Igmar se presentó ante las puertas, solo resguardadas por un macábro cadáver inmortal, una mirada de mil batallas y una voluntad arruinada. Loken era el único que resguardaba el trono del Tirano. Una promesa es una promesa. Y al cruzar miradas, la ímpetu de Loken se tornó en sorpresa. El Dragón había arribado a la casa de Kallemtur.
  El final de la historia nunca se cuenta.   La leyenda dice que a la mañana siguiente, lo que para el Valhalla podrían haber sido siglos de desafíos de valor y competencias entre los mejores guerreros de todos los tiempos, solo fue una noche para el mundo. Las estrellas se estremecieron al amanecer, pues nunca se habían teñido de dorado como el 1ero de Anthuil. Un cometa de oro descendió desde el paraíso, y continuó su caída, más allá del horizonte, a las profundidades de Hades, donde lo atrapó Bishamonten en una jaula de sangre, y Nemesis y Caronte le vigilaron con venganza y apatía durante más de un milenio, allí donde cada día es tan largo como una Edad del Uroboros.   Loken tomó el trono, e Igmar restó allí, algunos dicen, con ayuda del viajero itinerante. Del Argonauta, o el resto de los grandes héroes Dwemer, poco se dice. Las manos sagradas de Barbablanca para la creación se pusieron a forjar armas, y la mente de runas de Mowbrey escribió poemas y cánticos sagrados. Heimdall había caído del Bifrost, y un nuevo guardián se tuvo que poner al final del Camino de las Valkyrias.   Como una constelación, Igmar apareció en el corazón de los Dwemer. Desde la Puerta, se dice, él mismo desciende a buscar a aquellos que se probaron justos en la batalla, y valerosos en la muerte. Fuego y brillo, una barba pelirroja, una mirada fija. Sus ojos nunca dejaron Rel, donde al día de hoy, su descendencia llama al poder de Mjolnir y Mjoradin para que el Dominio prospere.
Dicen que el Argonauta había sido construído en los días primerizos de Trivyt, antes de la Masacre de los Dwemer. Se alzó al caer la ciudad, y los últimos superiviventes de ella se volvieron los primeros en tripular el Argonauta. Si aún la mente de Barbablanca nos acompañara, maravillas como el Argonauta serían comunes.
Date of First Recording
1322
Date of Setting
1322
Related People
"Oh Kord, cuanta luz emana de tí, pero cuán podrido está tu corazón. Ya he vencido a un dios. ¿Piensas que no puedo hacerlo de nuevo?"   Lamentándose, pero dando unos pasos hacia el enano, el Dios de la Fuerza habló nuevamente.   "¡Qué lástima! Tú que eras mi elegido... Te dí todo el poder que te corresponde, Dwemer. Cree a los padres de los padres de tus padres con mis propias manos... Sabía que nunca valió la pena perder mi tiempo en ustedes, ¡cuando todo aquello que muera en gloria me adora!"   Con eso, se detuvo, y miró fijo a Igmar, solo con sus puños y su cuerpo:   "Ven, dejame mostrarte lo que es... el PODER INIGUALABLE".
"Y después de la batalla, cuando Kallemtur cayó del Valhalla, finalmente el Rey de Amarillo fue liberado. Un trueno. Un rayo dorado atravesó el cielo. Un único rugido, y la bestia destrozó el Palacio de las Batallas. Ni la fuerza de todos los Einherjar podía con él, ni el debilitado Igmar, ni el astuto Loken. Su furia fue como la de ninguno, y mientras caía, Kallemtur rió en su derrota. Solo él podía contener a un mal como ese. Pues los Reyes de Cuatro Colores eran peor que cualquier Catástrofe. Y entre ellos... Más que el Rey Carmesí, más que el Rey Menguante, más que el Rey Colgado. Hatür no se detendría por nada hasta recuperar su linaje."

Remove these ads. Join the Worldbuilders Guild

Comments

Please Login in order to comment!