En la primera parte del relato, que engloba sus periplos por el norte de Iberia, el cronista ubica el comienzo de la acción en el monte Orçiren çorita, del que dice que es su primera parada tras abandonar Val-Negra en los Pirineos. Algunos han recurrido a este texto con la esperanza de encontrar en él alguna evidencia acerca del paradero de la antigua domus magna Flambeau; sin embargo, como sucede con muchas partes de este relato, el texto es enrevesado y obscuro, y no ofrece más que pistas equívocas que no han permitido que nadie pueda sacar nada en claro, aunque eso no quita para que en cada generación surja alguien con el deseo de volver a intentarlo. En el texto, tras bajar del monte, Grimoald y los suyos atraviesan Roncesvalles y siguen la antigua vía romana del Ebro hasta llegar a un cortado junto a un río donde se describe una piedra blanca del tamaño de una mesa pequeña. Hoy está plenamente aceptado que este debió ser el lugar que Grimoald y los suyos eligieron para establecer el fuerte de Salionca. Desde aquí se describe cómo la comitiva sigue la calzada romana que cruza el territorio de los vascones hasta llegar a Abelania, donde el cronista narra sin apenas adornos cómo Grimoald se para a rezar a los pies de la tumba del rey Pelagius y su reina Gaudiosa. A partir de este punto se describen diversos encuentros con hechiceros no herméticos, posiblemente antiguos integrantes del culto de Mercurio o del culto romano de Mitra. Al final de esta parte aparece descrito el combate que mantuvo Grimoald con el hechicero Leuvigild, al que consiguió derrotar tras nueve meses de lucha. Según el cronista, esta victoria supuso un gran avance para la Orden en Iberia: «además de pacificar los entornos más inmediatos a Val-Negra, con la capitulación de Leuvigild se unieron el resto de los hechiceros pertenecientes a los antiguos cultos romanos de toda Iberia», apreciación que los estudiosos del tratado consideran exagerada, si bien es cierto que los antiguos seguidores de Mercurio de la Península emigraron al otro lado de los Pirineos (cuyo culto fue revitalizado en Val-Negra bajo la guía de Priamitus de Mercere y la ayuda de Apromor de Flambeau), donde aún se puede encontrar su legado en 1220, centralizado en la gran poderosa alianza de
Aedes Mercurii.
Tras su lucha con Leuvigild, Grimoald y los suyos siguen su periplo hasta llegar a las tierras de los gigantes pataricos, donde, tras un violento combate descrito en más de cien versos, el cronista finaliza abruptamente con el triunfo de los Flambeau sobre Equión, monarca de los gigantes. Sin más preámbulos, la narración continúa entre referencias geográficas hoy perdidas (aunque se cree que debían encontrarse en el antiguo reino de Asturias) con el asalto mágico que los Flambeau de Grimoald lanzaron contra los vates o augures astures. En la narración, el líder de las huestes astures, un sacerdote hieroskópo, recibe el nombre de Balaudos Petrocirios. A pesar de la importancia de este encuentro, el cronista lo resuelve en apenas cincuenta versos; en su descripción, el enfrentamiento termina al comienzo del segundo año, cuando en el solsticio de verano del 778 Grimoald acaba con Balaudos y deja la lucha en manos de uno de sus aprendices, al que no nombra, para seguir avanzando hacia el oeste.
El relato continúa hacia los territorios galaicos, donde, en el fin del mundo, Grimoald se enfrenta a lo que a todas luces parecen tempestiarios. Este encuentro es aún más breve que el anterior. Según el cronista, Grimoald destruye al líder de los tempestiarios y aniquila a todos sus seguidores, permitiendo la fundación de la alianza de Brigantia, a la que nombra como Geriona. Por supuesto, el valor histórico de este encuentro es escaso, pues los conflictos con los tempestiarios se prolongaron hasta finales del siglo viii. Terminado este encuentro, el copista da gracias a Dios y da por finalizada la primera parte de las crónicas de Grimoald Niger.
En la segunda parte del libro, el cronista narra el viaje de Grimoald y sus compañeros de armas hacia el sur de Iberia. Se nombra su paso por la ciudad de Velegia, la región de las Bardulias y su llegada a las orillas del río Durius. Tras cruzar su cauce, el relato se centra en la descripción de varios lugares de poder y trata por encima algunos encuentros con hechiceros no herméticos a quienes Grimoald somete sin dificultades. Esta parte concluye con la conquista de Augusta Emerita, donde Grimoald derrota a los adoradores de los démones de la segunda esfera en veintiún días. El copista añade la fecha de finalización de la copia de esta parte y realiza un epílogo ensalzando la valentía de los Flambeau frente al resto de Fundadores.
La tercera parte del libro es la más breve y narra las batallas de Grimoald contra los saḥires. El estilo cambia en estas últimas páginas, pues pasa del verso a la prosa rimada (quizás por la muerte del anterior cronista o por tratarse de un texto apócrifo añadido con posterioridad). La epopeya culmina con el combate y victoria de Grimoald contra una docena de yinn en las Columnas de Hércules, descrito de forma somera en menos de cien líneas. Su final es ambiguo, pues insinúa que, tras la victoria, Grimoald se sumió en un Crepúsculo del que aún no ha regresado: «persiguió a los demonios en su huida y desapareció del mundo». El libro termina con un epílogo del copista que Salionca nunca divulga con las copias que proporciona a los visitantes. ¿La razón? Nunca se han prestado a explicarla.
Comentarios