Aparece La Bestia Conquistadora
General Summary
El grupo de aventureros se encontraba acampado en las inmediaciones del campamento orco, listo para partir hacia el punto de encuentro acordado para el intercambio. Sin embargo, la situación había cambiado drásticamente. El orco del grupo, antes fuerte y resistente, yacía gravemente herido, consumido por sus propias heridas. No había otra opción más que recurrir a la magia para sanar sus males. Tras varios rituales, con Ryoback restaurado, el grupo se preparó para su marcha hacia el sur.
El viaje tomó dos días de agotadoras caminatas por las montañas metálicas, sus laderas brumosas iluminadas por el púrpura del sol de Quamón. Llegaron al punto de encuentro exhaustos, y fue allí donde una explosión resonó, seguida por una risa aguda y maniaca. Era una señal. Sakurech había llegado.
El orco emergió de las sombras con rapidez, descendiendo de un árbol con una gracia que contrastaba con su apariencia maciza. Helios fue el primero en enfrentar al orco, mientras que Damalfit, en un intento desesperado por esconderse, fue descubierto de inmediato. Frente a ellos, Sakurech demostró un gesto inusitado: en lugar de hostilidad, abrió sus brazos y abrazó al orco que había llegado con los aventureros, algo poco común entre los Orcos, una muestra de afecto que pareció desconcertar a todos.
Sakurech llevó al grupo hasta el lugar donde se encontraba Arpad, pero la sorpresa fue enorme al descubrir que lo que antes había sido un ser de 8 pies ahora se había transformado en un kenku, un ser delgado y de apenas 5 pies de altura. Damalfit, desconfiado, comenzó a hacer preguntas hasta que el kenku respondió con una sola palabra que los hizo reconocerlo: "En una fila". Nadie podía comprender cómo una mente podría persistir intacta mientras el cuerpo se transformaba de manera tan radical. Damalfit explicó que aquello era el resultado de un conjuro divino conocido como "reencarnar".
Con la verdad revelada, Sakurech explicó que los demonios eran los verdaderos invasores, desterrando a los Orcos de sus tierras ancestrales. En ese momento, el grupo tomó una decisión que parecía motivada por el honor o la necesidad: ayudar a los Orcos. Sakurech instó a Damalfit a usar un pergamino que permitiría acceder al campamento demonio, aunque el mago no estaba del todo convencido. Finalmente, tras asegurar que el pergamino estaba seguro, Damalfit lo conjuró.
De inmediato, el suelo comenzó a formarse un pequeño círculo mágico. Una presencia surgió de la nada, y Sakurech se inclinó ante ella antes de transmutarse en una monstruosa criatura. La mitad derecha de su cuerpo se convirtió en un esqueleto, sus músculos se hincharon desmesuradamente, sus colmillos crecieron y un hacha doble de orco se aferró a su espalda. A medida que se materializaba, el entorno comenzó a decaer, los árboles murieron a su alrededor, y una atmósfera de desesperación y ruina se apoderó del lugar.
Mientras tanto, el grupo en el bosque escuchaba los pasos pesados de cientos de Orcos aproximándose. Al trepar a los árboles para observar, vieron a más de 300 Orcos marchando con furia, liderados por dos figuras inmensas que se destacaban del resto. Pronto, Arpad llegó al campamento, seguido por Damalfit, quien cojeaba, las flechas de los demonios aún clavadas en su cuerpo.
Los aventureros comprendieron que lo que presenciaban era la manifestación de un avatar de Janukra, una presencia sobrenatural que había marcado el destino de esa guerra. A pesar de sus heridas, el grupo decidió seguir avanzando hacia el campamento demonio, impulsados por la curiosidad y un deseo de descubrir lo que había sucedido.
Al llegar al campamento, una cerca de demonios empalados y cadáveres de hijos de Tehamú les esperaba. Arpad se apropió de un brazalete que encontró entre las pertenencias de una súcubo destripada, pero al ponérselo, sintió una extraña fatiga. Era un brazalete del Acechador Sombrío.
Los aventureros pidieron ver a Sakurech, y tras una búsqueda, el orco llegó con una presencia alterada pero ahora capaz de comunicarse con fluidez en el Común. Sakurech reveló que el regalo de su madre Janukra le había otorgado el poder para enfrentar a Damalfit sin matarlo, cumpliendo con lo acordado. Damalfit aceptó el duelo, enfrentándose al orco mientras los Orcos observaban en silencio.
El duelo fue breve y brutal. A pesar de sus esfuerzos, Damalfit sucumbió ante el poder descomunal de Sakurech. Mientras el grupo compartía sus conocimientos con los Orcos y Helios se internaba en túneles secretos cavados por los Orcos, el campamento parecía recuperar la esperanza. Sin embargo, la sombra de Veint, el diablillo, seguía presente.
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