Akkadón el Principe de la Llama
General Summary
Despertó de nuevo en aquella caja, la sangre aún le goteaba desde la frente producto de la golpiza que le había propinado So. Todavía sentía las manos encadenadas. Se lamentó, de nuevo sus decisiones lo habían llevado a un camino de dolor y tristeza, no sólo para él sino también para Cenizo.
Revisó sus opciones: liberarse y morir luchando, o someterse dócilmente a su destino, dejar que Suknas se saliera con la suya y morir sabiendo que el mismo destino le esperaría a su querido pegaso. Escupió la sangre que se acumulaba en su boca junto con un par de molares. Por alguna razón comenzó a pensar en sus amigos, anhelaba compartir una cerveza fría con Flek, Zet y Kradmus. Quería una vez más surcar los vientos de Trimón a los lomos de Cenizo y sentir el cálido abrazo de su señora Zechi una última vez.
Comenzó a orar, pidió por las desafortunadas almas de los marineros que habían muerto por su culpa, por cenizo que pronto también encontraría la muerte. Pidió por sí mismo lamentándose por su debilidad y miseria. Rogando a la renovadora piedad por su perdida alma. Llegó a él una visión, una pequeña llama que desesperadamente luchaba por mantenerse encendida mientras un inmenso mar de dudas trataba de apagar su luz. En el mar un barco hecho completamente de fuego, guiado por Ichnoa, la Valkyria de Zechi. En el navío vió visiones de su pasado. Vió a su padre tomando el espadón de Somithel mientras era atacado vilmente por la espalda. Vió su entrenamiento cuando aún era un novicio en el templo de Zechi. Logro ver también a una So destrozada por el dolor que él mismo había causado. Por último logró observar como la llama de su hijo no nato se extinguía.
Despertó del trance con lágrimas en sus mejillas. Mientras escuchaba como abrían la caja en lo que lo transportaban. So se paró frente a él. Dante no fue capaz de mirarla a los ojos. Mientras pasaba a su lado, ella le susurro algo en idioma ignaro. Dante sonrió, sabía que aún quedaba algo de la So que conoció alguna vez. Un pequeño regalo antes de su inevitable muerte. Lo llevaron hasta un altar cubierto de nieve, en donde lo encadenaron una vez más. Engancharon sus párpados para mantenerlos abiertos, uno de los sujetos se acercó a él daga en mano y procedió a arrancar de una de sus cuencas su ojo dorado.
Mientras gritaba del dolor volvió a anhelar aquella cerveza, volvió a pensar en su hermano cenizo. De repente escuchó un fuerte estruendo. Hasta el helado lugar llegaron sus compañeros, que con ayuda del viejo Garelik San pudieron localizarlo y teletransportarse para ayudarlo. Sin dudarlo Dante gritó que no le hicieran daño a So, pronto la batalla comenzó. Hábilmente Flek, Zet y Kayn comenzaron a castigar a los captores de su amigo, mientras Kradmus se preocupaba por curar las heridas del ajado Dante. Los secuaces de Suknas intentaron acabar con lo que quedaba de Dante, mientras So intentaba lo mismo haciendo uso de su magia divina. Flek disipaba cualquier conjuro que ella lanzaba.
Poco a poco fueron cayendo los secuaces consumidos por uno de los hechizos de Zet que también reveló a Suknas Ojosacro, que se escondía cobardemente en un hechizo de invisibilidad. Fue allí cuando So reveló sus verdaderas intenciones y comenzó a conjurar fue entonces cuando del suelo comenzó a abrirse un umbral ardiente que derritió la nieve del alrededor. Del umbral salió una criatura envuelta en llamas moradas, de gran altura y fino porte. Para dante era inconfundible alguna vez había escuchado de los tres grandes heroes de Zechi. Este era sin lugar a dudas Akkadón.
El semidios con gran ira recriminó a Suknas por querer hacer daño a la sangre Ojosacro. El aire se revolvió alrededor mientras Suknas era consumido vivo por las llamas del gran ser. Cuando todo acabó, el Akkadón se desvaneció dejando una estela de cenizas. Dante se levantó, buscó su ojo arrancado y lo carbonizó en su mano.

Dante Ojosacro
Fighter 8
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