Sherlin Duvnik
Historia
Poco se conoce con certeza sobre los orígenes de Sherlin Duvnik, y la mayoría de los registros que podrían arrojar luz sobre su juventud están cuidadosamente sellados en los archivos más inaccesibles de Aurengard. Algunos murmuran que nació en los albores de la Tercera Era, cuando las cenizas de las antiguas guerras aún se alzaban sobre los valles de Aurelis. Hijo de una alta dama élfica y de un influyente magistrado humano, se dice que su vida estuvo marcada por la eterna lucha entre la longevidad de la sangre élfica y la impaciencia humana.
Sin embargo, lo que sí se sabe es que, desde hace siglos, Sherlin es uno de los miembros más respetados del Comité del Alba, la organización que vela por la estabilidad de las creencias, las tradiciones y la correcta interpretación de la voluntad de Helm en todo Aurelis. Su ascenso dentro del Comité no fue fruto de la ambición, sino de su inigualable talento para resolver disputas y mediar entre facciones enfrentadas.
Hay rumores de que durante la Guerra de los Tres Reinos, fue él quien, sin derramar una sola gota de sangre, consiguió disolver un conflicto que amenazaba con destruir las relaciones diplomáticas entre las grandes casas de la actual región de Aurelis. Otros dicen que su carácter esconde secretos indescifrables, y que en realidad se aseguró el lugar dentro del Comité del Alba con sus habilidades carismáticas y sus intrincadas relaciones con las tres casa reales cuyos nombres ya no se recuerdan.
Sea cual sea la verdad, Sherlin ha sabido envolver su pasado en un aura de discreción y misterio, permitiendo que sus actos hablen más fuerte que cualquier historia sobre sus orígenes.
Personalidad
Sherlin Duvnik es, por encima de todo, un maestro de la palabra. Su tono de voz es sereno y melodioso, como una melodía antigua que susurra respuestas a preguntas que aún no han sido formuladas. Su paciencia es legendaria; puede escuchar durante horas antes de ofrecer un veredicto, y cuando finalmente habla, cada palabra parece tener un peso cuidadosamente medido.
Agradable y cortés, su trato es siempre respetuoso, incluso con aquellos que se le oponen. Sin embargo, bajo esa apariencia de suavidad, se esconde un carácter inquebrantable. Cuando la situación lo exige, su voz adquiere un matiz firme y persuasivo, capaz de doblegar voluntades sin necesidad de amenazas.
Tiene una peculiar habilidad para hacer que las personas crean que han llegado a sus propias conclusiones, cuando en realidad han seguido su sutil guía. Esta maestría en la retórica ha convertido a Sherlin en uno de los mediadores más influyentes del Comité del Alba.
A pesar de su aparente tranquilidad, se dice que guarda una visión clara de los peligros que acechan a Aurelis, y que actúa desde las sombras para prevenirlos, guiando el destino de reinos enteros sin jamás sentarse en sus tronos.
Aspecto
A simple vista, Sherlin parece un semielfo en la plenitud de su vida, de no más de ciento veinte inviernos. Su rostro fino y de pómulos marcados mantiene la lozanía de la juventud, apenas surcado por unas pocas arrugas que asoman como testigos de incontables sonrisas discretas y noches de reflexión. Su cabello, largo y liso, cae como una cascada de plata pura sobre sus hombros, siempre perfectamente peinado, como si los vientos de Aurelis le tuvieran respeto.
Sus ojos son de un ámbar profundo, iluminados desde dentro por una calidez difícil de describir; quien los mira por mucho tiempo siente la inquietante sensación de ser visto más allá de las palabras, como si Sherlin pudiera leer en el alma de los hombres y las criaturas por igual.
Viste con una túnica de impecable factura, tejida por los mejores artesanos de Aurengard. El tejido, de un azul celeste casi blanco, está adornado con intrincados bordados en filigrana dorada que recorren la prenda como si fueran antiguas escrituras de Helm. Estos patrones solo revelan su verdadero diseño cuando la luz del sol o de las antorchas los acaricia, proyectando reflejos que recuerdan a las primeras luces del alba.
En sus manos descansan siempre dos anillos de aspecto sobrio pero hipnótico. Aunque no emiten magia detectable, reflejan la luz como si un sol invisible los iluminara en todo momento. Cada uno lleva grabados en sus finos bordes caracteres arcanos que ni los más sabios han logrado descifrar por completo.
Su andar es pausado, y a pesar de la aparente fragilidad de su figura, hay en sus movimientos una seguridad casi ancestral, como si cada paso estuviera decidido por un propósito mayor.

Comentarios