Aparece El Cambiante: un avatar de Arrenjel

Ínfima es la cantidad de criaturas que tienen la capacidad de invocar una pequeña parte del poder de su dios, luego de luxantes enteros de prestar un servicio impecable, de cumplir rigurosamente los principios de su fe y de reunir la fuerza y el valor suficiente. Sin embargo, aunque suene como un gran privilegio, la presencia de este gran poder conlleva la posibilidad de que se desate el caos y que el precio a pagar sea demasiado alto, así que la decisión de llevar a cabo el complicado y peligroso ritual debe ser tomada con mucha prudencia y luego de una profunda reflexión.

Además de ser azotados por la inclemente y voraz Perversión Cetrina, ahora se sumaba un mal adicional a nuestro mundo: la luz del sol parecía haber perdido su camino, la nieve se acumulaba como nunca antes y tan sólo contábamos con una tenue iluminación color carmesí, el tiempo era imposible de contar y ni los más eruditos podían explicar qué estaba pasando, este sexmón recordaba levemente a aquel en el cuál tuvimos La gran visión, porque nuevamente lo normal había dejado de existir y nuestras vidas se distorsionaban a causa de ello.

Mientras todas estas extrañezas ocurrían, nuestro grupo se dirigía a Abjanel para su encuentro con Karan, quien seguramente tendría una nueva estratagema en esta extensa lucha contra la despiadada perversión cetrina, al llegar se encontraron con que el mago estaba acompañado por un druida llamado Rogelio, el cual tenía un familiar un tanto peculiar: un raro dinosaurio con garras venenosas, el cual recibía las ordenes únicamente de la forma más ruda, y un clérigo del dios de la destrucción llamado Záyanel.

Luego de las presentaciones, volvimos al asunto que nos traía aquí: sabíamos que el mal se había originado cuando el Señor de la Sangre creo a un jinete y a una montura, las cuales estaban separadas y por lo que sabíamos, debían ser exterminadas al mismo tiempo para poder terminar al fin con la perversión, sin embargo, no habíamos podido localizar con exactitud a la montura y Karan había fallado anteriormente en su plan para acabar con el jinete, por lo que enviaría un grupo de paladines para que lucharan contra él. Para ayudarnos a encontrar la montura, Záyanel planeaba invocar a su dios, para esto uno de nosotros debía superar una prueba y escogimos a Kuthruel, ya que consideramos que él era el único que podría igualar su poder al de un avatar, si lo lograba, el dios nos concedería la respuesta que tanto necesitábamos.

Una vez decidido el contrincante para la prueba del Cambiante, Záyanel comenzó el ritual, en un instante vimos como entró en un estado de ausencia mental y luego comenzó a convulsionar mientras el cielo y la tierra parecían fragmentarse, mientras el ambiente comenzaba a tornarse frío como la muerte, del firmamento cayeron unas masas amorfas de lo que parecía ser carne, tras retorcerse en el suelo, empezaron a tomar forma de brazos y se unieron entre sí, perforándose unos a otros con sus garras, formando una gran torre de extremidades y sin dudar un instante, esta criatura lanzó un feroz ataque contra su enemigo, Kuthruel, la batalla era despiadada, el amasijo de brazos lanzaba letales rayos y cuando el poderoso mago lograba dañar uno de los brazos, otro caía del cielo y reemplazaba al caído, mientras más tiempo pasaba, más poderosa parecía tornarse la aberración, tras varios minutos, la gigante mezcla de brazos expulsó una larva del tamaño de una rata, la cual se dirigió sin vacilar hacía una de las casas de la ciudad pero no duró mucho en este plano, ya que Neur la atravesó con uno de sus shurikens, sin embargo, de la larva surgió un demonio entre los vapores de la muerte, el cual lanzó una corta advertencia antes de atacarlo: “Esta no es tu pelea” y así, se enfrascaron en una batalla. Por otra parte, Rogelio se le ocurrió que si curaba a la criatura podría finiquitar la batalla que parecía estar sellando el destino de Kuthruel, sin embargo, al hacerlo con uno de los brazos, una criatura emergió y comenzó a atacarlo, tal como le pasó a Neur y ya no fue posible que evitaran que surgiera de nuevo otra larva de los brazos, una vez la larva pudo alimentarse de una de las puertas, se duplicó y juntas se perdieron dentro de la casa.

Mientras tanto, Kuthruel en un intento por descifrar la manera de acabar con su enemigo, usó un conjuro de visión verdadera y logró ver por fin la forma real de lo que enfrentaba, era un brazo gigante que descendía del cielo, de sus venas brotó la larva inicial que ahora se reproducía descontroladamente y devoraba sin tregua la ciudad, viendo esta situación, Kuthruel se dispusó a usar el deseo de su espada en una pregunta y le consultó cómo combatir la prueba del avatar de Arrenjel, la respuesta no tardó en llegar y fue corta y concisa: Es lo que es, déjalo ser. Por lo que llegó a la conclusión de que debían dejar que el Dios de la Destrucción se llevara todo a su paso, cambió de inmediato su estrategia y se dedicó a aguantar el ataque de la aberración divina, con la esperanza de que este se detuviera una vez que las larvas saciaran su sed de destrucción y así fue, luego de un frenesí que parecía no tener fin, un estrépito lo detuvo mientras una luz blanca cruzó el firmamento, cegando por unos segundos a todos los presentes, cuando la luz desapareció, el amasijo transmutó a una figura humanoide que con voz retumbante y grave, anunció que el sacrificio había sido aceptado y luego les informó de una manera misteriosa que debían buscarlos a ambos y que sólo moriría uno si el otro moría a la misma vez, ante la duda de Kuthruel sobre la ubicación de la montura, le respondió que exactamente esa información era la que iba a recibir al haber superado la prueba y que se guiaría con él, estirando una mano hacía el mago se adhirió a él y tras un leve instante de inconsciencia, el mago se levantó, apuntó con su mano y con una voz que parecía de varias criaturas a la vez, les indicó una dirección.